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Actualizado: 16 de octubre de 2025
Era todo el talento de Pepe Castro en el orden moral. Los demás que poseía referíanse enteramente al físico. Se habían disipado las nubes que cubrían la frente de Clementina. Mostróse locuaz y risueña. Fué pródiga de caricias con su amante en la hora que con él estuvo.
Ya le obsequiaremos cuando nos caiga la lotería, pues de hoy no pasa que busque yo quien me ceda una peseta en un décimo de los de a tres. Bueno, bueno: anda con Dios». Y se fue la señora a platicar con Frasquito, que animado y locuaz estaba.
No le negó la delicia de anegarse en su mirada, y no trató de ocultar el efecto que en ella producía la de don Álvaro. Hablaron del caballo, del cementerio, de la tristeza del día, de la necedad de aburrirse todos de común acuerdo, de lo inhabitable que era Vetusta. Ana estaba locuaz, hasta se atrevió a decir lisonjas, que si directamente iban con el caballo también comprendían al jinete.
Entretanto, la vaquilla locuaz había pretendido pasar los cuernos entre los hilos; y una vibración aguda, seguida de un seco golpe en los cuernos dejó en suspenso a los caballos. Los alambres están muy estirados dijo después de largo examen el alazán. Sí. Más estirados no se puede... Y ambos, sin apartar los ojos de los hilos, pensaban confusamente en cómo se podría pasar entre los dos hilos.
Diana estaba locuaz; continuó hablando, en tanto que María Teresa la seguía en silencio. Te lo aseguro, querida, Alicia está furiosa; no puede negar que eres tú la elegida. Al principio, estábamos siempre todas juntas, no se sabía todavía a cuál de nosotras se dirigirían las asiduidades del señor Martholl.
El verano se presentaba duro y fogoso, y aunque la singular posición de Cádiz, flotando como un buque anclado en la mar, templaba sus rigores gracias á la brisa que lo baña, todavía al atravesar algún espacio abierto el ardiente latigazo del sol obligaba á apresurar el paso. En la calle Ancha encontró algunos amigos y estuvo con ellos jovial y locuaz como pocas veces se le había visto.
Las vacas se colocaron todas de frente al cercado, siguiendo atentas con los ojos a la bestia invasora. Los caballos, inmóviles, alzaron las orejas. ¡Come toda avena! ¡Después pasa! Los hilos están muy estirados... observó aún el malacara, tratando siempre de precisar lo que sucedería si... ¡Comió la avena! ¡El hombre viene! ¡Viene el hombre! lanzó la vaquilla locuaz.
Teodoro Golfín, con ser sabio, discreto y locuaz, sentíase igualmente torpe que la Nela, ignorante de suyo y muy lacónica por costumbre. Seguíale sin hacer resistencia, y él acomodaba su paso al de la mujer-niña, como hombre que lleva un chico a la escuela.
Porque yo no podía concebir que Lita y Neluco no se amaran, como no lo concebía tampoco la matrona locuaz de Robacío, ni lo concebiría nadie que tuviera entrañas de humanidad y vislumbres de buen gusto, y reparara un poco en aquella parejita, «única», que parecía puesta por Dios en aquel rinconcito de la tierra para eso sólo, para amarse y para unirse.
De vuelta á su casa dormía, y durante el sueño continuaba resonando en su cerebro la misma voz que hacía estremecer miles de corazones; que llevaba el entusiasmo ó el espanto á ejércitos enteros de ciudadanos; y entonces se le figuraba que dentro de su ser había una misteriosa entidad sonora, un espíritu locuaz, que sostenía constantemente allá en su profundo núcleo la más brillante y enérgica peroración.
Palabra del Dia
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