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Actualizado: 25 de junio de 2025
Varias veces levanté la cabeza desde que dejamos el kiosco y siempre encontré á mi lado una misma cara. Yo no buscaba á Ninay, y sin embargo, constantemente estaba cerca de mí. ¿Quieres fumar? la dije, á la par que sacaba la petaca para encender un cigarro. Tu cuidado, me contestó con esa habitual franqueza de la india.
El corazón de un niño perdona fácilmente, y el mío no era el menos dispuesto a los sentimientos dulces y expansivos. A la mañana siguiente se me preparaba una gran sorpresa, y a mi ama el más fuerte berrinche que creo tuvo en su vida. Cuando me levanté vi que D. Alonso estaba amabilísimo, y su esposa más irritada que de costumbre.
También me encerré en mi tocador en cuanto me levanté de la mesa: igual que el día antes; pero esta vez no fue para estudiar en el espejo afeites ni aliños que me embellecieran, sino para afirmarme en mis ya bien firmes propósitos, dando un repaso mental a lo que me tocaba hacer y decir para cumplimiento de la más delicada e interesante cláusula de mis planes.
Así veinte y ocho capillas de fábrica modesta, en que alternaban los estilos gótico y sarraceno marcando las vicisitudes del arte desde el tiempo de S. Fernando hasta el de Cárlos I; todas ellas arrimadas á los muros maestros de la gran mezquita, una sola al norte, nueve al mediodia, nueve á levante, y nueve á poniente; unos cuantos altares en los postes; una humilde iglesia de arquitectura ojival primaria, de una sola nave, aunque elevada y gallarda, enclavada hácia una de las estremidades del inmenso bosque de columnas del templo islamita, cuya capilla mayor tenia á la espalda una Capilla Real de peregrina decoracion africana, seguida de otra capilla de pertenencia particular; una gran puerta de forma oriental; otras menores de estilo gótico-sarraceno, y finalmente un átrio con pórticos árabes ataviados en parte con la decoracion del sistema ojival terciario, completaban por los años de 1522 el conjunto del insigne y heterogéneo monumento cordobés, en el cual el arte occidental, tan magestuoso y soberbio en otras ciudades, figuraba aun como un huésped tímido y encogido de su émulo y predecesor, ya de toda Europa desterrado. ¿Por qué no habia de ocupar el templo cristiano su lugar correspondiente implantándose triunfante en el centro mismo de aquella gran selva silenciosa y muda y despoblada de altares? ¿Por qué no habia de descollar por encima de su estensa y rasa techumbre la emblemática mole de cuatro brazos, empinando hasta las nubes su cimborio la gloriosa enseña de la redencion del mundo?
¡Ay! ¡Cuán mala soy! ¡Qué cosas le he dicho a este pobre niño! A ver, levante usted la cabeza; míreme de frente; diga que me perdona... ¡Esta maldita manía de no callarme nada!
Me dolía la cabeza y cuando dirigí en torno mío una mirada vaga, creí ver enfrente, trazadas en el yeso de la pared, las palabras: «¡Oh, si ella muriera!» Sentí un calofrío y me vino este pensamiento: «Si Marta se muere ahora, será tu deseo lo que la habrá muerto.» Me levanté vivamente y me acerqué al espejo.
La vizcondesa había estado arrodillada cerca de mí sin que la viese y advirtiendo cuando me levanté que dejaba el bolsillo se apresuró a recogerlo. ¡Lo que pudimos reír...! Al salir, en las escaleras de la iglesia tropezamos al marqués de Cabezón de la Sal, íntimo amigo del vizconde, y nos propuso dar una vuelta por la calle de Alcalá.
He hecho algunas alteraciones en las costas del levante, y acerca del cabo de San Antonio, adonde he vivido algunos años. En la descripcion del pais adentro he seguido en general mis propias observaciones, habiendo caminado por gran parte de él, y apuntado la situacion de aquellos parajes, sus distancias, rios, bosques y montañas.
Por la parte del Sur lo resguarda también de las miradas del mundo cierta suave colina, que forma con la dicha sierra una especie de vallecejo ó cañada, cuya máxima longitud descubríamos nosotros sin dificultad, por ir entonces marchando de Poniente á Levante.
Cuando me levanté yo, ya estaba ella de vuelta, como quien dice. ¿No es verdad, Nieves? Hay que advertir también que antes de acostarnos anoche habíamos pactado cierto compromiso... Pero que diga ella si le ha pesado la madrugada... ¿De manera que la ha gustado la situación de Peleches? ¡Oh, muchísimo! Vaya, pues lo celebro infinito; porque temía yo lo contrario. ¿Por qué, recanástoles?
Palabra del Dia
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