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Actualizado: 8 de junio de 2025


Causóme esto mucha pesadumbre, porque el gusto de haber leído tan poco se volvía en disgusto, de pensar el mal camino que se ofrecía para hallar lo mucho que, a mi parecer, faltaba de tan sabroso cuento.

Bonifacio se acordó de la Dama de las Camelias, que había leído, y de aquel Armando, que había amado hasta olvidar al suo vecchio genitor, como dicen en la ópera, y, en efecto, el órgano lo estaba recordando: «Tu non sai quanto soffrì!» ¡Pobre de ! pensó Bonis . El hijo puede ser un ingrato. Amará a una mujer más que a ciertamente.

El éxito del número primero, como era de esperar, fué prodigioso. El artículo de Sinforoso, la sabia disertación de don Jerónimo de la Fuente, las gacetillas y hasta los versos de Periquito, todo fué leído y justamente celebrado. Pero lo que preferentemente llamó la atención de las personas serias y causó en ellas honda impresión, fué el artículo de don Rosendo Nuestros propósitos.

»Luego me arrepiento pensando que acaso el que escribió ese libro es un buen hombre que tiene seis hijos y que trabaja todo el día en una oficina. Y resulta que al mal humor que tenía antes se añade este otro. Y, por eso, yo rehuyo cuanto puedo el escribir acerca de los libros que tengo sobre la mesa y digo que todos son admirables, aunque no los haya leído.

Iban hablando del artículo, y ella le dijo: «Yo he estado en Paris.» «¡Ah, señora, qué vergüenza entonces! ¡qué habrá dicho del artículo!» «No: yo he estado en París, porque he leído su artículo.»Y otro señor bueno, que está en París, dice «que a él no lo engañan, que La Edad de Oro estuvo en París sin que él la viera, porque él se pasaba la vida en la Exposición y todo lo que había en la Exposición que ver está en La Edad de Oro

Murió hace dos años, luego de haber hecho una buena fortuna y educar a la familia como Dios manda. Un hijo suyo es doctor y dicta clases en la Universidad. Muchas veces he leído su nombre allá en París, cuando doy un paseo hasta la Avenida de la Ópera y echo un vistazo a los diarios argentinos en el Banco Español.

Deseo saber si desde que este señor ha ido a casa de mis suegros a pedirles la mano de Presentación tienes algún agravio de ellos o de ella. Godofredo se puso rojo de nuevo y luego pálido. Al cabo balbució con trabajo: Yo creo que mi carta... Tu carta es un verdadero cien pies. Después de haberla leído con cuidado dos veces, nada he sacado en limpio.

Poco tuvo, pues, la señora que confiar a una criada tan penetrante y tan zahorí de cuanto pasaba en lo más escondido de su pecho. A los cinco días de la fecha de la última carta que hemos leído, empieza nuestra narración. Eran las once de la mañana. Pepita estaba en una sala alta al lado de su alcoba y de su tocador, donde nadie, salvo Antoñona, entraba jamás sin que llamase ella.

Debe usted darse prisa a averiguarlo: esto urge mucho a la felicidad de España y a las luces... Si usted llega a morirse, nos quedamos a buenas noches en punto a asonantes... y... , y tengo aquí una porción de cosillas que me traen a leer; no puedo dar salida a los que... ¡Me abruman a consultas!... ¡Oh! estos muchachos del día salen todos tan... ¡Oh! ¿Usted habrá leído mis poesías?

Yo he leído los mandamientos de Nietzsche dijo, para explicar su entusiasmo . «Busca tu mujer fuera de tu país...» Esto es lo mejor. Freya sonrió tristemente. ¡Quién sabe!... Es complicar el amor con las preocupaciones del antagonismo nacional. Es crear hijos con doble patria, que acaban por no tener ninguna, y vagan por el mundo lo mismo que mendicantes sin abrigo... Yo algo de eso.

Palabra del Dia

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