United States or Japan ? Vote for the TOP Country of the Week !


Lo que ha dicho este hidalgo es la verdad. ¡Oh! yo siempre lo que me digo contestó con fatuidad don Bernardino, atusándose el bigote izquierdo. Menos cuando no dijo la comedianta. Mejor será que callemos, prenda, que os estará bien. En mal hora se metió don Bernardino con la comedianta. Esta, que quería tener un motivo sólido de entablar conocimiento con Juan Montiño, forzó la situación.

Mandáronle ropas, y Juan Bou, a quien pidió un libro de entretenimiento, le envió Los Girondinos, de Lamartine, y un gran ramo de flores. Isidora leyó en el libro y deshojó las flores, dándose el gusto de pisotearlas. Le recordaban cosas muy desagradables la osadía y desparpajo de la canalla profanadora. Empezó el sumario.

De ella pudiéramos acusar á Felipe II, si dijo como se cuenta al saber la victoria de Lepanto, mucho ha aventurado D. Juan: pero la magnanimidad del mismo monarca se manifiesta cuando atribuye á los elementos desencadenados, y no al poder de sus enemigos ni á la torpeza de sus generales, la pérdida de la Armada invencible.

El nombre de Juan Ort lo repetían familiarmente los habitantes más antiguos del territorio. Había leído el Gallego su historia en libros y periódicos. Este Juan Ort era un archiduque de Austria que abandonaba su alto grado en la marina de guerra y sus honores en la corte, bajo la influencia de una misantropía poética y vagabunda, hereditaria en su familia.

En resumen: don Juan llegó a convencerse de que la Providencia, o su buena suerte, le habían deparado un regalo digno del más afortunado mortal; pero un regalo al cual era imposible renunciar sin cometer una verdadera canallada.

Pero... ¿qué diablos le importará a usted que salga así o de otro modo? le interrumpió Cristeta con dureza; y en seguida, deseando apurar la situación, añadió : ¿Imagina usted que voy a creer en esas delicadezas? ¿Se le dicen de veras semejantes cosas a una actriz de este teatro? No deseaba ella sino que don Juan cayese en el lazo y hablara más claro.

Cuando D.ª Teodora volvió la cabeza para ver quién la apretaba tanto y se encontró con Osuna, cambió de color. Aquel maldito jorobado no la dejaba jamás en paz. En la tertulia, en el paseo, en el teatro, en la iglesia, en todas partes donde tuviera ocasión de aproximarse, era sabido que se veía necesitada a sufrir el contacto asqueroso de sus piernas y a veces de sus manos también. Osuna conocía bien el terreno que pisaba. La bella y pudorosa jamona se hubiera caído antes muerta de vergüenza que confesar a alguno los atentados de que era objeto. Pero si no los confesaba, cualquiera podría cerciorarse de ellos, observando el estado de agitación en que se hallaba. En esta ocasión el jorobado anduvo audaz en demasía. D.ª Teodora comenzó a dar muestras tales de inquietud que para cualquiera serían visibles. D. Juan no las vio, sin embargo. Era un varón puro y magnánimo, incapaz de sospechar las grandes suciedades que puede haber sobre la tierra. Pero D. Peregrín, como hombre de mundo, concluyó por advertir algo de lo que pasaba. Espió a Osuna con el rabillo del ojo, y cuando penetró en su espíritu gubernamental el convencimiento de la trasgresión que se estaba cometiendo, comenzó a roncar y silbar por la nariz como un vapor en peligro, lanzando al mismo tiempo centelleantes miradas de indignación al audaz jorobado.

En Sevilla nació Luís de Vargas hacia el año de 1506, siendo hijo de un pintor de escaso mérito llamado Juan de Vargas, cuyas obras son desconocidas.

Pero dijo ella con vehemencia, asiendo la mano de Juan, cuando me encontraste enferma y sin recursos en Sacramento; cuando... ¡Dios te bendiga por ello, Juan! me ofreciste tu apoyo para venir a Oriente, dijiste que sabías algo, que tenías algún plan, que podía hacernos a Carolina y a independientes.

El sacerdote es embajador que habla en nombre de Dios, y despreciarle es injuriar a quien le envía, le dijeron, tomándolo de San Juan Crisóstomo, repitiéndole esta y otras frases análogas hasta la saciedad, para empaparle de la alteza de su misión, como hacían los oráculos paganos con aquellos a quienes aspiraban someter a su servicio.