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Actualizado: 31 de mayo de 2025
En el centro del jardín, la estatua de la Virgen se alzaba solitaria, bajo una corona de follaje que le formaban cuatro grandes magnolias, tan antiguas como el convento mismo; enredaderas de jazmín del País, trepando al pedestal de la imagen, le tendían floreciendo una alfombra de nieve.
JUANA. ¡Jesús! el renegado no ha querido un fraile y se hace acompañar por un sacerdote. ¡Qué corrupción! UNA VOZ. ¿Se han fijado, señores, cómo va vestido? JUANA. Todo de negro... ¡Jesús y qué desvergonzado! En lugar de pensar en la eternidad va oliendo una ramita de jazmín... UN HOMBRE. El infame no parpadea siquiera. ¡Muera! ¡muera!
Su frente era como un jazmín harto de aurora, Con mucho de románticos amores soñadora Y mucho de los rayos de luna. Dulcemente. Señor: Pues esta niña estaba abandonada Por el rajhá, ocupado en combates sin fin, Y como ya muriera su madre, infortunada, Ahora buscaba amor y aroma en el jardín.
Se hallaba separado de ésta por una colina y ofrece, con la villa de las minas, notable contraste. Riega sus terrenos un riachuelo y lo fecunda y lo convierte en ameno jardín, donde crecen en abundancia los lirios silvestres, el jazmín y el heliotropo y sobre todo las rosas de Alejandría, que han tomado allí carta de naturaleza como en ninguna otra región de España.
Quisiera ver una planta de jazmín grande, grande, que me diera sombra. ¡Y cómo me quedaría yo embelesada, viendo las mil florecillas caer sobre mis hombros, y prendérseme en el pelo!... Yo sueño con tener un magnífico jardín y una estufa... ¡Ay! esas estufas con plantas tropicales y flores rarísimas, quisiera verlas yo. Me las figuro; las estoy viendo... me muero de pena por no poder poseerlas.
Comprendió que era inútil resistir. A toda hora, el perfume de la mujer le embriagaba. Estaba en el ambiente, en su boca, en sus manos, en sus vestidos. Era el dejo axilar, mezclado a un perfume de jazmín y de algalia. Sus besos húmedos, anchos, tenaces, se le quedaban en los labios. Ella no le hizo sufrir la tortura de una larga impaciencia.
La frente, blanca como un jazmín, los rosados pómulos, la redonda barbilla, los labios entreabiertos que daban paso al hálito suave, dejando ver los nacarinos dientes, brillaban al tocarlos la fuerte y cruda claridad; la cabeza la sostenía con un brazo, al modo de las bacantes antiguas, y su mano resaltaba entre las obscuridades del cabello, mientras la otra pendía, en el abandono del sueño, descalza de guante también, luciendo en el dedo meñique la alianza, y un poco hinchadas las venas, porque la postura agolpaba allí la sangre.
Las mujeres de nuestro brazo huelen a carne limpia, a ropa blanca. Pero ésta, Sebastián, ¡ésta!... Figúrate juntas toas las rosas de los jardines del Alcázar... No, es argo mejor: es jazmín, madreserva, perfume de enreaeras como las que habría en el huerto del Paraíso; y estos güenos olores vienen de aentro, como si no se los pusiera, como si fuesen de su propia sangre.
Copiando al historiador Ibrabim el Katib refiere Conde, que un dia regaló el sultan á una esclava suya, muy linda y preciosa, un collar ó gargantilla de oro, perlas y pedrería, de valor de 10,000 dinares ó doblas de oro, y que contando despues el rey á su poeta Abdala ben Xamri que á sus wazires, presentes á la dádiva, les habia parecido escesiva, el poeta por adular el gusto de su señor habia improvisado un concepto en verso encareciendo las gracias de la esclava querida, al cual contestó el rey con esta otra improvisacion: Es don tuyo Aben Xamri la elegante poesía, los oscuros pensamientos tu claridad ilumina cual las sombras de la noche la luz del alba disipa: su encanto por el oido en el corazon destila, como la gracia y beldad de una criatura linda nuestros ojos arrebata nuestro corazon hechiza, mas que la rosa y jazmin mas que las eras floridas.
Y después, ¡jamás el vapor oloroso de la mirra ardiendo en pebeteros de oro, jamás la violeta con sus hojas aterciopeladas, jamás la rosa ni el jazmín destilados en preciosos frascos de cristal se podrán comparar al delicioso perfume que exhalaba la cala de El Gavilán! ¡qué oloroso alquitrán, qué brea tan suave! ¡A fe de Dios! ¡Ciertamente no había un brick más hermoso que El Gavilán!
Palabra del Dia
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