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Actualizado: 30 de junio de 2025


Calló un momento para mirar á un lado y á otro; y después, bajando la voz y empinándose sobre las puntas de los pies para estar más cerca del rostro de Celinda, dijo con la alegría de una comadre que puede chismorrear libremente: Sepa, lindura, que muchos van detrás de ella; pero ninguno es don Ricardo. Al pobre gringo le basta con quererla á usted, ramito de jazmín.

Ora se pone uno á vagar, soñando y recordando mil historias, bajo la sombra espesa de los bosquecillos de naranjos, limoneros y granados, donde se siente la embriaguez deliciosa que producen el azahar y el jazmin, la albahaca y las rosas en profusion.

Así, así respondió Cecilia fijando en él sus ojos grandes, llenos de luz. Mucho, ; ayer no tenías bordado ese clavel... digo, me parece que es clavel... Es jazmín. Ni esas dos hojas más. ¡Bah! Eso no es nada. ¿Y qué es lo que estás bordando? Cecilia siguió moviendo la aguja sin contestar. ¿Qué es lo que bordas? preguntó Gonzalo en voz, más alta, pensando que no le había oído.

El Magistral oía ahora recogido en un silencio contemplativo; apoyaba la cabeza, oculta en la sombra, en una barra de hierro del armazón de la glorieta, en la que se enroscaban el jazmín y la madreselva; la locuacidad de Ana le sabía a gloria, las palabras expansivas, llenas de partículas del corazón de aquella mujer, exaltada al hablar de sus tristezas con la esperanza del consuelo, iban cayendo en el ánimo del Magistral como un riego de agua perfumada; la sequedad desaparecía, la tirantez se convertía en muelle flojedad. «¡Habla, habla así, se decía el clérigo, bendita sea tu boca!».

Adela estaba prendiendo en aquel momento en sus cabellos rubios un jazmín del Cabo. Ana cosía un lazo azul a una gorrita de recién nacido, para la Casa de Expósitos. Fui a rogar respondió Juan sonriendo dulcemente , que no apremiasen por la renta de este mes a la señora del Valle. ¿A la madre de Sol? ¿de Sol del Valle?

Pasado el último, dejamos á la espalda una pequeña eminencia que da entrada á una bellísima cañada sombreada por miles de cocos, entremezclados de cañas, baletes y madre-cacao, cuyas verdes cimeras entrelazaban aquella vegetación virgen con las flexibles lianas, salpicadas de pálidas campanillas de la sampaca y del jazmín silvestre.

Será pues olor de rosa, de clavel, de jazmin, de violeta, segun los objetos que obrarán sobre su órgano; en una palabra; los olores con respecto á ella, no son mas que sus modificaciones propias ó maneras de ser, y no podria creerse otra cosa, siendo estas las únicas sensaciones de que es susceptible

Cuando las rosas mueren, el mundo se pone serio. Allá lejos, encaramado sobre la tapia ó al arrimo de la antigua pared, buscando la soledad, buscando la altura, esperando con ansia la sosegada noche, está el galán, el poeta sentimental, el romántico jazmín, en una palabra. Pálido y pequeño, toda su vida es alma. Le tocan, y cae del tallo.

En Filipinas las mujeres aman, los pájaros cantan, y las flores huelen. Despedida de Lucban. Arroyos que se convierten en torrentes. Huellas de un baguio. Puentes derruídos. Troncos de cocos. La sampaca y el jazmín silvestre. Pedregales, hondonadas y pendientes. Relente de la tarde. Aguas sulfurosas. El puente de la Princesa. Belleza del paisaje. Bravía y salvaje naturaleza tropical. Melancolía.

¡Ni que estuviera yo loco! exclamó, blandiendo el chibuquí de jazmín que le hiciera compañía, ¿Pretenderéis persuadirme de que he sido yo quien con la nariz ha dado un golpe en el puño a M. L'Ambert?

Palabra del Dia

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