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Actualizado: 17 de junio de 2025


Arrastraba la cruz sudoroso y jadeante, cambiando la carga de lugar cuando sentía uno de sus hombros entumecido por la dolorosa pesadumbre. Las mujeres lloraban con la vehemencia meridional, dramática en sus manifestaciones. Los camaradas le tenían lástima, y sin osar reírse de su penitencia, le ofrecían por compasión vasos de vino.

De pronto sonaba un alarido de terror, prolongado, estridente, que parecía subir hasta el cielo; una exclamación miedosa y jadeante, que hacía ver miles de cabezas tendidas y pálidas por la emoción siguiendo la veloz carrera del toro, que le iba a los alcances a un hombre... hasta que se cortaba instantáneamente el grito, restableciéndose la calma. Había pasado el peligro.

Dijo algo; pero la fuerza no le entendió. Comenzaron a caminar hacia casa, que ya no estaba lejos. Mas antes de llegar a ella, don Roque, que soplaba y bufaba como una ballena, e imitaba en lo posible la marcha jadeante y arremolinada de este cetáceo, se paró de repente, y pronunció en alta voz un largo discurso, del cual no entendió Marcones más que la palabra ladrones, repetida bastantes veces.

Y jadeante, había caído de rodillas, con las manos juntas, en una especie de éxtasis, ante aquella imagen fantástica, que el vapor fue revelando, se borró poco a poco y desapareció del todo. Cuando ya no vio más que un horizonte inflamado, se levantó en un violento paroxismo, y se arrojó sollozando sobre la cama.

Pero nada; ni un solo transeúnte detuvo el paso para decir: «¡Eh, chis, chis, venga La Abeja, muchachoLos chicos corrían, corrían siempre gritando furiosamente, y yo los seguía jadeante: la hoguera de mi entusiasmo se iba apagando a medida que entraba en calor.

¡Contemplad mi conquista, Morel! gritó apenas llegado Oliver de Butrón, agitando sobre su cabeza un enorme jamón que había arrebatado al enemigo. Os convido, amigo barón, aunque es lástima que no tengamos una botella de buen vino con que rociarlo.... Más tarde hablaremos, Oliver, dijo el barón jadeante. Por ahora lo que importa es marchar á toda prisa hacia el Ebro, por lo más cerrado del bosque.

Miré a mi alrededor; muchos pasajeros habían empalidecido y observaban silenciosos, pero con la mirada un tanto extraviada, los extremecimientos del barco, bajo el jadeante batir de la rueda... De pronto, un hondo suspiro de satisfacción salió de todos los pechos: habíamos vencido, en media hora de esfuerzos, al temido chorro y avanzábamos francamente.

Era el hogar del viejo y a la vez entrada de la mina en que trabajaba cuando lo hacía. Una vez allí el acompañamiento, se paró un momento por delicada deferencia al anfitrión, que llegó de la retaguardia jadeante. Quizá hicieran ustedes bien en aguardar un segundo aquí fuera, mientras yo entro y veo si todo está corriente dijo el viejo con una indiferencia que estaba muy lejos de su ánimo.

Se quitó la gorra, enjugose el sudor con las manos, y puesto a la sombra contempló todo el camino que acababa de atravesar. Aquello ardía. Y pensaba con terror en el regreso, cuesta arriba, jadeante, con el sol a plomo sobre la cabeza y arreando sin parar a las caballerías, abrumadas por el calor.

Doña Rebeca, jadeante, necesitaba descansar; pasó en seguida de lo trágico a lo jocoso; con una extraordinaria facilidad, para decir: «No por mucho madrugar amanece más temprano».... «El que con niños se acuesta....» Entró en aquel momento la señorita de la casa.

Palabra del Dia

rigoleto

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