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Hácia el este, á una gran distancia, llega luego, por el lado izquierdo, á reunirse con la corriente del rio de Chupiamonas. Finalmente, despues de haber acaudalado casi todas las aguas de la region montañosa de la parte habitada de la provincia, acaba por incorporarse, como á cinco leguas del este de San-José, al rio de los Mocetenes, y forma entónces el rio Beni.

Maxi salió a la salita, y José Izquierdo se le cuadró ladrándole así: «¡Ah!, era usté. Ora mismo a la calle... brrr... ¡Y que tengo yo un genio mu blando...! Pues si le llego a ver antes ¡hostia!, me caso con la santísima... si le llego a ver antes, por el judío balcón, ¡hostia!, va solutamente a la calle». Sin demostrar temor alguno, Maximiliano sonreía.

La encantadora cabeza, de líneas firmes y nobles, se inclinaba un poco sobre el hombro izquierdo, y su abundante cabellera suelta se desparramaba en brillantes rizos sobre el fresco pecho que la camisa de noche, desgarrada, dejaba en descubierto.

Estás loca decía el pirata subiendo al puente con un paso aún pesado y vacilante ; pero si me has despertado por nada... Mire respondió Melia presentándole un anteojo con una mano, mientras que con la otra designaba un punto blanco que se veía en el horizonte. ¡Maldición! gritó Kernok después de haber mirado atentamente, y llevó vivamente el aparato al ojo izquierdo . ¡Mil rayos!

Y, llegándose a él, puso la una mano en el arzón delantero y la otra en el otro, de modo que quedó abrazado con el muslo izquierdo de su amo, sin osarse apartar dél un dedo: tal era el miedo que tenía a los golpes, que todavía alternativamente sonaban.

Paquito, en quien comenzaban a revelarse sus notables disposiciones para la pintura, especialmente de retratos, había pintado al pastel uno de su padre, un Villamelón deforme, color de zanahoria, que parecía tener el carrillo izquierdo hinchado, pero no por eso dejaba de tener con el original un más que mediano parecido.

A buena parte viene... Usted no puede desempeñar ningún destino, porque no sabe leer. Recibió Izquierdo tan tremendo golpe en su vanidad, que no supo qué contestar. Tomando una actitud noble, puesta la mano en el pecho, repuso: «Señora, eso de no saber no es todo lo verídico... digo que no es todo lo verídico... verbi gracia: que es mentira. A cuenta que nos moteja porque semos probes.

Detrás de una de ellas, al lado izquierdo del pasillo, oyeron un ruido seco y monótono; el loco que llamaba a las puertas se entregaba infatigablemente a su ocupación predilecta. ¡Llama! dijo Pomerantzev a San Nicolás, sin levantar la cabeza. ¡Llama! respondió el otro, sin levantar la cabeza tampoco. ¡Muy bien! ¡, muy bien! confirmó San Nicolás.

Mañana mismo. Conformes. Cauto, sin embargo, el tío Frasquito, y deseando prevenir en el ánimo del novicio las deficiencias que pudiera tener en su papel de fray Baltasar el padre Cifuentes, apresuróse a decirle que era este un cuitadito, un infeliz sin pizca alguna de mundo, que hablaba oportune et importune del infierno, pintando unos diablos feotes y groseros que en nada se parecían a los diablillos correctos, perfumados, elegantes, que se figuraba el tío Frasquito de frac y corbata blanca, pelo rizado, gardenia en el ojal, monóculo en el ojo izquierdo y un lazo de color de fuego en la punta del rabo.

Siempre que hablaba de Esperancita brotaba de sus labios tres o cuatro veces, como si necesariamente fuera asociada a sus amores. Pepe Castro sintió un malestar indecible: guiñó su ojo izquierdo infinitas veces. En realidad, nunca le había gustado anticipar ideas sobre los acontecimientos futuros. Era más caballista que profeta.