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Actualizado: 1 de junio de 2025


No quedaba un trabajador en esta «tierra de todos» que no tuviese un trapo patriótico en el boliche. Antonio González había conocido antes que las cancillerías de Europa las banderas que años después iban á ser consagradas por los trastornos de la gran guerra. Todas las admitía: desde la de Irlanda libre á la de la República sionista que debía establecerse en Jerusalén.

Apartáronse las enramadas barcas a una y otra parte del río, dejando un espacio llano en medio, por donde las cuatro competidoras barcas volasen, sin estorbar la vista a la infinita gente que desde el tálamo y desde ambas riberas estaba atenta a mirarlas; y estando ya los bogadores asidos de las manillas de los remos, descubiertos los brazos, donde se parecían los gruesos nervios, las anchas venas y los torcidos músculos, atendían la señal de la partida, impacientes por la tardanza, y fogosos, bien ansí como lo suele estar el generoso can de Irlanda, cuando su dueño no le quiere soltar de la trailla a hacer la presa que a la vista se le muestra.

Enrique llega á España mientras tanto, y se casa con Isabel, hija del conde de Barcelona. Han transcurrido muchos años desde que abandonó la Irlanda; el deseo de ver de nuevo á su patria no lo deja sosegar, y al fin se encamina á ella con su esposa é hijos. Apenas sabe el Rey su llegada, lo invita á verlo, y le dice: REY.

Los Arabes no escribieron en prosa hasta el siglo VI de nuestra era, es decir, bajo la dominacion de Mahoma; y en Irlanda no se hizo uso de ella hasta el siglo XII. Basta lo dicho para demostrar que la poesía precedió á la prosa, y que esta no es otra cosa en realidad, que el verso roto y descompuesto ajustado á otra cadencia mas grave y menos vibrante.

El viento se moderó por la mañana a la salida del sol, y cuando el cielo comenzó a limpiarse y a desvanecerse la bruma, nos encontramos a la vista de la costa de Irlanda, costa formada allí por acantilados de roca viva. El mar, agitado, se fue calmando hasta quedar inmóvil, y el viento cesó por completo. Nos faltaba el agua, y se decidió que nos acercáramos a la costa.

Posee calles enteras de Londres; vastos parques donde corre el zorro perseguido por un tropel de jinetes de casaca roja que galopan entre rugidos de trompas; castillos en Escocia al borde de lagos verdes que hacen recordar las novelas de Wálter Scott; vastas posesiones en Irlanda que sirvieron algunas veces de nocturno escenario á las hazañas de los fenianos de negro antifaz.

El mismo Almirante contaba a sus amigos cómo en los puertos de la Península había encontrado viejos marineros que navegando hacia Poniente columbraron señales indudables de nuevas tierras. En Puerto de Santa María había hablado con un «marinero tuerto» que, cuarenta años antes, en un viaje a Irlanda, alejado de esta isla por el mal tiempo, vio una gran tierra que imaginaba fuese la Tartaria.

Al principio del acto tercero se nos ofrece Ludovico, que regresa á Irlanda después de viajar largo tiempo por toda Europa, no guiándole otro propósito que matar al general Filipo, en quien no ha podido saciar su sed de venganza. En la noche, en que espera á su enemigo, se le aparece un caballero disfrazado, y lo provoca á la pelea. Ludovico la comienza, pero sus golpes sólo hieren al aire.

No nos sorprende, pues, que la gran masa de agua denominada mar, desconocida y tenebrosa en su profundo espesor, se haya aparecido siempre formidable á la humana imaginación. Los orientales sólo ven en ella la amarga sima, la noche del abismo. En todos los idiomas antiguos, desde la India hasta la Irlanda, el nombre de mar es sinónimo de «desierto, noche».

A pesar de esta confianza, varios regimientos, entre ellos el de Irlanda y el famosísimo de Órdenes militares, que tanto se había distinguido en la batalla, ocuparon el camino frente a las tropas de Vedel, las cuales iban llegando por momentos y tomando posiciones. Mi regimiento fué colocado en la entrada oriental del pueblo.

Palabra del Dia

rigoleto

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