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Actualizado: 10 de mayo de 2025
En lo mas encarnizado de la pelea, y cuando el triunfo estaba aun indeciso, el escuadron de Pao se pasó á los realistas dándoles la victoria. Casi todos los soldados de Venezuela que habian tomado parte en la accion cayeron en el campo de batalla; y, con los pocos que se quedaban, Ustáriz se refugió en Valencia.
Esta terrible pregunta volvió a desconcertarme. ¿Sabe usted que no puedo decírselo? respondí, sonriendo hasta con las orejas. El administrador me miró gravemente de arriba abajo y estuvo un rato indeciso, tal vez dudando entre si era un loco, un guasón, o un tonto.
Detenía repentinamente su lengua, con una expresión de inquietud en el rostro. Miraba indeciso en torno de él, como si temiese que fuera á abrirse un precipicio ante sus pies. No olvidaba nunca los respetos debidos á todo visitante de sus dominios, y preparó dos «refrescos». Por primera vez iba á obsequiar á Esteban en esta vuelta de viaje.
¿Y es de buena casa? siguió preguntando para forzar el laconismo de su señor . Familia de caballeros indudablemente; de lo mejorcito de la isla... Pero no: ya adivino. Tal vez es de Madrid. Algún noviazgo de cuando usted vivía allá. Jaime quedó indeciso unos instantes, palideció, y luego dijo con ruda energía, para ocultar su turbación: No, madó... Es una chueta.
Quedose Miranda indeciso un punto, y volviendo a aullar, derramó a borbotones su ira, exclamando: Mire usted que la cogeré... la cogeré.... Váyase usted, no me tiente la paciencia.... Cójala usted replicó Sardiola risueño de puro desdeñoso... a ver cómo se lucen esos ánimos... porque pensar que he de irme yo... a no ser que la misma señorita me lo mandase....
Veremos, veremos murmuró indeciso el ingeniero. Dudaba, con cierta esperanza, ante el camino tortuoso que le proponía su novia. Experimentaba la cobardía del amor, y cerraba los ojos.
Iban sentándose en dos bancos colocados a lo largo de la mesa, mientras Gallardo miraba indeciso a doña Sol. Debía comer arriba, en las habitaciones de la familia. Pero la dama, riendo de esta indicación, fue a sentarse en la cabecera de la mesa. Gustábale la vida rústica, y le parecía muy interesante comer con aquellas gentes.
Me era imposible esperar hasta mañana, porque el señor de Maurescamp, naturalmente, no me escribirá... Por eso, le he rogado a Luis, el viejo sirviente del señor de Lerne, que me envíe un despacho, así que todo haya terminado. La señora de Latour-Mesnil, anonadada, no contestó sino por un movimiento indeciso. En ese momento sintieron el timbre del vestíbulo que daba a la habitación del conserje.
Subió á su habitación, para revestirse con la levita de los desafíos. Había llegado el momento de oficiar. Quedó indeciso ante el espejo, apreciando la falta de concordancia entre esta prenda majestuosa y el sombrero hongo que le servía de remate. ¡Ah, la guerra!
El hombre á caballo parpadeó vivamente bajo la visera de su gorra, hizo un movimiento de sorpresa y de cólera; quedó indeciso contemplando al prisionero. Los ojos agresivos de éste parecieron devolverle la calma, y miró á otra parte, levantando los hombros levemente. «¡Suicida!» Y esta palabra, que pareció proferir el enemigo con su indiferencia afectada, irritó aún más al comandante.
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