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Actualizado: 20 de junio de 2025


Hacerlas caer diestramente en manos de Mauricio, provocar una explicación entre Herminia y él, una escena acaso, ¿no era medio de excitar la discordia? ¡Es tan fácil irritar las pasiones y tan difícil calmarlas! El orgullo, la cólera, obran tan pronto sus efectos y hacen tales estragos en un cerebro humano, que es imposible saber hasta donde puede ir un incidente así comenzado.

Era un público nervioso, discutidor, irascible, que perdía con facilidad sus buenas maneras por un simple incidente. La acometividad de los lejanos combates se esparcía como un soplo feroz en torno de las mesas; las mujeres tenían ademanes belicosos. Cada cañonazo contra el lejano París parecía aumentar el arroyo de dinero que chorreaba sobre Monte-Carlo.

No hay nada que desconcierte tanto a un galanteador de damas, sobre todo cuando tiene pretensiones a sus favores como un pequeño incidente de esa especie. Juana de Maurescamp, que era tan sagaz como cualquier otra, y aun más, no, pudo dejar de reírse del contraste que ofrecía el señor de Monthélin con su expresión amable y la inquietud manifiesta que le causaba la agresión de Toby.

Pero un incidente distrajo los ánimos: el señorito de Ulloa entraba seguido de dos perros perdigueros, cuyos cascabeles acompañaban su aparición con jubiloso repique. Venía, según su promesa, a tomar una copa a los postres; y la tomó de pie, porque le aguardaba un bando de perdices allá en la montaña.

Otros días, cualquier incidente halagüeño le volvía a su ser. Se tornaba sensible, notábase que estaba agitado y se mostraba ligeramente entusiasta, con mucha más naturalidad. Ponía cierta dulzura en sus gestos y en sus palabras y, aunque reservado como siempre, mucho me daba a entender respecto de sus esperanzas.

Y sus dos compatriotas, a pesar de la distracción que les había producido el incidente de Maltrana, continuaron gritando con expresión burlona: «¡Tongo... tongo!». Sintióse molestado Isidro por las murmuraciones de estos «queridos amigos» que habían asistido al encuentro por benevolencia suya.

El conde oía en la popa á un hombre vestido de tela impermeable, que era un oficial. Relataba el paso por el estrecho de Gibraltar completamente sumergidos, viendo por el periscopio los torpederos ingleses en patrulla de vigilancia. Nada, comandante continuó el oficial ; ni el menor incidente... Una navegación magnífica. ¡Que Dios castigue á Inglaterra! dijo el conde, llamado ahora comandante.

Ahora, vete, vete. La india salió, con el cuaderno bajo el brazo, la cara de bronce inundada de lágrimas y mocos, que ella limpiaba a lengüetadas, mientras bajaba la escalera; Quilito, en la ventana, la miraba. Este incidente le había conmovido; bien es verdad, que su corazón desbordaba de amargura en aquel momento supremo.

Había gozado con delicia el pequeño incidente que puso la modestia de Juan a tan ruda como grata prueba. ¡El abate quería tanto a su ahijado! El más tierno de los padres no amó nunca tanto al más querido de sus hijos. Cuando el anciano cura miraba al joven oficial, muchas veces se decía: El Cielo me ha colmado de bendiciones: soy sacerdote y tengo un hijo.

Después de dejar a Mabel en la plaza Grosvenor y de despedirme de ella, me volví inmediatamente a la calle Great Russell, y me hallé con que Reginaldo acababa de volver de su negocio de la calle Cannon. Procediendo en conformidad a la súplica de mi dulce y encantadora amiguita, no le dije nada sobre el desagradable y excitante incidente de la noche anterior.

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