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Actualizado: 30 de septiembre de 2025
Los principios de Mayo conculcados, Los derechos del hombre pisoteados, Sin que pueda decir: «yo tengo un pan»; Un pueblo destinado al sacrificio Sobre el horrendo tajo del suplicio Que sangre pura destilando está.
En la parte interior de la puerta del Mollete, el horrendo martirio del niño de La Guardia, la leyenda nacida a la vez en varios pueblos católicos al calor del odio antisemita: el sacrificio del niño cristiano por judíos de torva catadura, que lo roban de su casa y lo crucifican para arrancarle el corazón y beber su sangre.
No, misterio no gritó Teodoro con cierto espanto es el horrendo desplome de las ilusiones, es el brusco golpe de la realidad, de esa niveladora implacable que se ha interpuesto al fin entre esos dos nobles seres. ¡Yo he traído esa realidad, yo! ¡Oh!, ¡qué misterio! repitió Florentina, que no comprendía bien por el estado de su ánimo.
Un wazir, profundo estadista, aseguraba que aquella catástrofe estaba preparada por los enemigos, y que así era preciso desterrar a todos los desafectos de la dinastía Nacerita; otro wazir, todavía más sagaz, añadía que suponiendo este horrendo plan, el cual era patente como la luz del día, debiera deducirse que los cristianos eran los autores de la trama, como enemigos jurados de la gloria de la casa reinante, y que debieran ponerse todos en tormento para que declarasen la verdad.
Lo mismo fue ver a las tres damas, que a Fortunata le entró un fuerte miedo. ¡Y ella que pensaba clavarles las puntas de sus dedos como garfios de acero! Lo que sintió era más bien terror, como el que infunde un súbito y horrendo peligro, y tan impotente se vio su voluntad ante aquel pánico, que echó a correr y alejose a escape, sin atreverse ni siquiera a mirar hacia atrás.
Maximiliano, como no tenía delante a su tía, se permitió una sonrisa burlona. Miraba en aquel momento a su tío el Sr. de Jáuregui, que le miraba también a él, como es consiguiente. No pudo menos de observar que el digno esposo de su tía era horrendo; ni comprendía cómo doña Lupe no se moría de miedo cuando se quedaba sola, de noche, en compañía de semejante espantajo.
«Mas sucedió escribe don José María Montero de Espinosa en su Relación histórica de la judería de Sevilla que la víspera del día en que se había de ejecutar este espantoso y horroroso castigo venían á esta ciudad los malvados delatores con objeto de ver la dicha escena y á holgarse de su indigna venganza, y en una de las posadas de Alcalá de Guadaira estaban todos en un cuarto hablando del caso, y del auto que venían á presenciar, y unos con otros decían: Mañana veremos arder aquel pícaro y le oiremos crujir los huesos y además proferían otras expresiones semejantes con las cuales se jactaban y regocijaban de sus pérfidos sentimientos, y daban á entender claramente habían sido ellos los autores de aquel horrendo castigo, cuya conversación fué oida de otros pasajeros que la casualidad hizo estar en el cuarto inmediato, los que sospecharon la mucha malicia que el asunto contenía y tomando cautelosamente las señas, nombre, casa y posada donde se dirigían, vinieron aceleradamente y dieron cuenta al tribunal.»
Se ha dicho que los grandes pensamientos salen del corazon; tambien pudiera añadirse que del corazon salen grandes errores, grandes delirios, grandes extravagancias, grandes crímenes. Del corazon sale todo; es un arpa soberbia que despide toda clase de sonidos, desde el horrendo estrépito de las cavernas infernales hasta la mas delicada armonía de las regiones celestes.
Ni siquiera se estremece su ardiente seno iracundo al paso del fiero baguio que desvasta en un segundo, azotando en su locura la enorme esfera del mundo. Velado por blancas nubes yace en un frío mutismo; ningún rumor de amenaza se escapa de su hondo abismo ¿Está en vísperas y acaso se reconcentra en sí mismo y prepara en sus entrañas un horrendo cataclismo?
Y como la infeliz Ramona carece del valor que para el suicidio premeditado se requiere, o bien, si el valor no le falta, su conciencia moral o religiosa le veda cometer tan horrendo crimen, Ramona opta por el otro término del dilema, y bien se ve, al terminar la novela, que va a incurrir en un pecado más feo, más sucio y más plebeyo, aunque menos feroz y menos contrario que el suicidio al orden natural y a la razón y a la voluntad divinas.
Palabra del Dia
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