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Actualizado: 14 de junio de 2025


El primer parisiense que tuvo el honor y el placer de rendir homenaje a la belleza de madama Scott y miss Percival, fue un pequeño pinche de quince años que se encontraba allí, vestido de blanco, con su canasta de mimbres en la cabeza, en momentos en que el cochero de madama Scott, molestado por tanto carruaje, salía con dificultad del patio de la estación.

Te equivocas. A quien no es supersticioso llamáis ateo. ¡Yo ateo? No, Tirso: mi corazón ama a Dios mejor que el tuyo: mi Dios no ha menester homenaje ridículo ni dogmatismo absurdo. le adoras en templos, que aun de día necesitan luz: yo en el fondo de mi conciencia, donde me basta para verle el resplandor de la caridad que

Aproximó mi mano a sus labios, y preciso es que la naturaleza humana tenga un gran fondo de perversidad, porque este homenaje me causó un placer tan nuevo, tan intenso y tan perfecto, que tuve la idea impropia de... ¡Dios mío, lo diré! Después de la partida del señor de Couprat viví varios días en una especie de beatitud que me sería difícil describir.

Primeramente se quitó el sombrero con reverencia, «como si estuviese delante de una imagen milagrosa», pensó Moreno. Luego dijo, con cierta expresión teatral que en él era espontánea: Yo soy ese desgraciado, señora, y este es el momento mejor de mi vida. La miraba el gaucho con ojos ardientes de adoración y deseo, y ella sonrió, satisfecha del bárbaro homenaje.

Acércate dijo el Rey alargando su mano. El general dejó el candelero de barro sobre la mesa, y acercándose al lecho puso una rodilla en tierra. Seguía conmovido. El Rey recibió, con júbilo que no podría definirse, aquel primer homenaje tributado a su reciente majestad por el más ilustre y más poderoso de sus vasallos.

Empleando argumentos ingeniosos, y a ratos la fuerza, pudo calmarle repitiendo lo del loco conducido por locos. Su Majestad no vendrá todavía añadió . Yo te juro por el nombre que llevas que serás el primero que sepa su llegada. Poco después Navarro dormía, y en su febril sueño recibió a Su Majestad, le rindió pleito homenaje; oídas sus órdenes, le llevó consigo al teatro de la guerra.

La duquesa le agasajó con esas distinciones que guarda la mujer bonita para quien rinde pleito homenaje a su hermosura, y Josefina, acostumbrada a la trivial conversación de gomosos insulsos, sintió hacia él profunda simpatía.

»Ya me sonreía el ser feliz; ¿cómo resistir a serlo demasiado? »La otra, con su laconismo, acabó lo que la primera había empezado: »No hay nada tan hermoso ni tan bueno como el celibato. »Menandro y Horacio son los únicos culpables... Sólo a ellos, señora, debe usted dirigir sus reproches... si los hay. »Reciba usted, apreciable persona seria, el homenaje de todo mi respeto.

Los bélicos instrumentos lanzaron una música de gloria, el mismo toque que saluda la presencia del jefe del Estado, de un general, de la bandera desplegada... Era un homenaje á la justicia majestuosa y severa; un himno á la patria implacable en su defensa. Pensó la espía un momento que todo este aparato era para otra.

Aun el más indiferente hubiera comprendido que me odiaba, sobre todo viéndome a solas con la princesa Flavia; sin embargo, estoy convencido de que procuró disimular su odio y aun hacerme creer que me tomaba por el verdadero Rey. Comprendía yo que esto último era imposible, y me figuraba la ira de que estaría poseído al tributarme homenaje y al oírme hablar de «Miguel» y «Flavia

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