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, señora.... El día del bautizo. ¡Angelito! Lloró bien cuando le pusieron la sal y cuando sintió el agua fría.... ¡Ah! Desde entonces ha crecido una cuarta lo menos y se ha vuelto hermosísima. Y alzando la voz y esforzándose, añadió: ¡Ama, ama! Traiga la niña.

Un bonito rio de diminutas proporciones desemboca en el arrabal de la ciudad, confundiéndose con la angosta y hermosísima bahía que le sirve de asiento hácia el Sur, y que la primorosa isla de Wight interrumpe en la embocadura, formando dos canales marítimos entre las costas de Portsmouth y Lymington.

Y contóle el escrutinio que dellos había hecho, y los que había condenado al fuego y dejado con vida, de que no poco se rió el canónigo, y dijo que, con todo cuanto mal había dicho de tales libros, hallaba en ellos una cosa buena: que era el sujeto que ofrecían para que un buen entendimiento pudiese mostrarse en ellos, porque daban largo y espacioso campo por donde sin empacho alguno pudiese correr la pluma, descubriendo naufragios, tormentas, rencuentros y batallas; pintando un capitán valeroso con todas las partes que para ser tal se requieren, mostrándose prudente previniendo las astucias de sus enemigos, y elocuente orador persuadiendo o disuadiendo a sus soldados, maduro en el consejo, presto en lo determinado, tan valiente en el esperar como en el acometer; pintando ora un lamentable y trágico suceso, ahora un alegre y no pensado acontecimiento; allí una hermosísima dama, honesta, discreta y recatada; aquí un caballero cristiano, valiente y comedido; acullá un desaforado bárbaro fanfarrón; acá un príncipe cortés, valeroso y bien mirado; representando bondad y lealtad de vasallos, grandezas y mercedes de señores.

El capellán leía el Año cristiano en alta voz, y poblábase el ambiente de historias con sabor novelesco y poético: «Cecilia, hermosísima joven e ilustre dama romana, consagró su cuerpo a Jesucristo; desposáronla sus padres con un caballero llamado Valeriano y se efectuó la boda con muchas fiestas, regocijos y bailes.... Sólo el corazón de Cecilia estaba triste...». Seguía el relato de la mística noche nupcial, de la conversión de Valeriano, del ángel que velaba a Cecilia para guardar su pureza, con el desenlace glorioso y épico del martirio.

Ahora me las pagarás todas juntas... ¡Cuánto me has hecho sufrir!... ¡Más maldiciones le he echado a ese dichoso convento...! Pero qué guapa estás, nena. Chi. Estás hermosísima. Chi... para ti. El frío aquel de fiebre se trocó de improviso en calor violentísimo, y la risa convulsiva en explosión de llanto. «No es día de llorar, sino de estar alegre». ¿Sabes de qué me acuerdo?

También ella parecía una estatua de la soberbia y de la intolerancia: una estatua hermosísima. Sus compañeras, los catequistas, el escaso público esparcido por la nave la oían con asombro, sin pensar en lo que decía, sino en la belleza de su cuerpo y en el tono imponente de su voz metálica.

En la voz de la Regenta, en el desconcierto de sus palabras, notó que le había hecho efecto la sequedad de la vulgarísima galantería. «¿Esperaba ya una declaración? ¡Pero si mañana va a comulgar! ¿Qué mujer es esta? ¡Una hermosísima mujerañadió el materialista en sus adentros al mirarla a su lado con llamas en los ojos y carmín en las mejillas.

Soy toda en cuerpo y alma del que miró a esta huérfana sola y abandonada y tuvo la incomparable generosidad de querer hacerla su señora. La actitud firme de Sola, la energía y la lealtad que en su semblante se pintaban, como la expresión más propia y adecuada de su alma hermosísima, tenían al buen Cordero sobrecogido de admiración, de gratitud, de entusiasmo, de amor.

Las conchas de algunas especies como el carey, son muy apreciadas, y se hacen de ellas peines, mangos de cuchillo y mil otros objetos de lujo. Algunas especies fluviales dan una concha hermosísima que se paga muy cara; otras dan un aceite finísimo, transparente y realmente exquisito.

Llevaba el primero un traje de elegante corte, aunque de obscuro color y sin los adornos y preseas que distinguían á los señores de la escolta real. Largos y muy rubios el cabello y la barba, contrastaban con la negra cabellera de la hermosísima joven que iba á su lado. Era alta y esbelta, de moreno y agraciado rostro.