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Actualizado: 19 de junio de 2025
Se animó Joaquín con el buen éxito de sus murmuraciones y sostuvo que era cursi aquel respeto y admiración que inspiraba la Regenta. Es una mujer hermosa, hermosísima; si ustedes quieren, de talento, digna de otro teatro, de volar más alto... si ustedes me apuran diré que es una mujer superior si hay mujeres así pero al fin es mujer, et nihil humani...
La hermosísima María le dijo me encomienda os dé estas limosnas, que hoy domingo son más abundantes y de mejor gusto que otro día: mucho se encomienda a vuestra memoria, y aún más a las oraciones que digáis a la Santísima Virgen.
Ahora no nos resta más que darle a usted las gracias por la molestia que ha querido tomarse. Romadonga levantó la mano para alejar de sí aquellas gracias que no merecía, y volvió la cabeza para mirar a la hermosísima chula, que en aquel instante se levantaba del asiento para marcharse. Al pasar junto a ellos D. Laureano le dijo familiarmente: Adiós, Concha: hasta mañana.
Lo esencial es que se ha puesto hermosísima, mucho más guapa que antes. En fin, tengo ese capricho y me da la gana. Ha engordado..., antes tenía el pecho como de ninfa jovencilla, hoy debe de tenerlo como la diosa de la abundancia. ¡Me da una ira pensar que el burro de Martínez!... No es que yo me arrepienta; pero la verdad es que anduve algo precipitado en dejarla.»
Y con esto levantose la hermosísima viuda, y tras ella, Margarita y Cervantes a comer con ella se fueron. De como se iban, cruzando los amores y apercibiéndose a una ruda batalla los celos. Tal era la mesa de doña Guiomar, y tan alhajada de ramilletes y vajilla de oro y plata, que no la mesa de una dama particular parecía, sino la del opulento Lúculo.
Paris desafía a Menelao, y luego se vuelve atrás; pero la misma hermosísima Helena le llama cobarde, y Paris, el príncipe bello que enamora a las mujeres, consiente en pelear, carro a carro, contra Menelao, con lanza, espada y escudo: vienen los heraldos, y echan suertes con dos piedras en un casco, para ver quién disparará primero su lanza.
Miró el gran Constantino a la Regenta y tomándole la cabeza con ambas manos la besó con estrépito en la frente; y después dijo: ¡Pero qué hermosísima está hoy esta rosa de Jericó! ¡A la catedral, a la catedral! gritaron los del salón.
De modo que cuando se supo que Keleffy venía, y no como un artista que se exhibe sino como un hombre que padece, determinó la sociedad elegante recibirle con una hermosísima fiesta, que quisieron fuese como la más bella que se hubiera visto en la ciudad, ya porque del talento de Keleffy se decían maravillas, ya porque esta buena ciudad de nuestro cuento no quería ser menos que otras de América, donde el pianista había sido ruidosamente agasajado.
Cuentan las historias que este príncipe, antes de heredar el título de Sultán, andaba perdidamente enamorado de la hermosísima Híala, hija del primero de los Wazires de su padre, hombre principal y poderoso, pero que aunque deudo de la familia real, no entraba en los cálculos del Sultán viejo el permitir tal enlace.
La de Mesía no reconocía la victoria; reconocía una ventaja pasajera... fue discreta, suavemente irónica, no quería decir: «Venciste, Galileo» sino «hasta el fin nadie es dichoso». De Pas comprendió, con ira, que el del balcón no se daba por vencido. ¡Va hermosísima! decían en tanto las señoras del balcón de la Audiencia. ¡Hermosísima! ¡Pero se necesita valor! Amigo, es una santa.
Palabra del Dia
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