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Actualizado: 26 de noviembre de 2025


La había encontrado en la calle dando el brazo á su esposo, que ya estaba restablecido de sus heridas. El ilustre Lacour contaba satisfecho la reconciliación del matrimonio. El ingeniero sólo había perdido un ojo. Ahora estaba al frente de su fábrica, requisada por el gobierno para la fabricación de obuses. Era capitán y ostentaba dos condecoraciones.

Lo vió sin uniforme, sin sus cruces y sus heridas, tal como debió ser antes de la guerra: un pobre empleadillo, un dependiente de comercio, que nunca había puesto sus ilusiones amorosas más allá de una modista ó una dactilógrafa... ¡Y éste era el personaje interesante que se erguía enfrente de él!... ¡Tiempos intolerables!

El joven cosaco estaba emparentado con personajes influyentes y su muerte contribuía al descrédito total de la hermana. Aún no había convalecido Miguel Fedor completamente de sus heridas, cuando recibió la orden de salir de Rusia. El zar lo desterraba por tiempo indefinido. Podía vivir en París al lado de su madre.

Nosotros teníamos sobre ellos la ventaja de lo desconocido, que es el genio tutelar de las batallas, de eso que no se ve y que en el momento apurado y crítico sale inopinadamente de lo hondo de un camino, del respaldo de una loma, de la espesura de un bosque; combatiente de última hora que la tierra echa de su seno, y se presenta fresco, sin heridas ni cansancio, a decidir la victoria.

Únicamente por esto podía mostrar Chichí tal desesperación. Su esposa le fué relatando la triste noticia. René estaba herido, gravemente herido. Un proyectil había estallado sobre su batería, matando á muchos de sus compañeros. El oficial había sido extraído de un montón de cadáveres: le faltaba una mano, tenía heridas en las piernas, en el tronco, en la cabeza. ¡Quiero verle! repetía Chichí.

Tampoco faltaban entre ellos algunos malgara docks, sacerdotes y médicos a un tiempo, que tanto curan heridas o enfermedades como celebran matrimonios. Aquella turba feroz y hambrienta se disponía a arrojarse sobre los cuatro blancos, con cuyos cuerpos contaba para darse un banquete; pero el temor los tenía vacilantes.

Unas se dedicaban al cuidado de los niños abandonados, como otras tantas madres dadas por la Providencia, otras vendaban las heridas de los guerreros, como las princesas de los siglos heroicos y las castellanas medioevales.

»Y fue desta suerte: que, habiendo el Uchalí, rey de Argel, atrevido y venturoso cosario, embestido y rendido la capitana de Malta, que solos tres caballeros quedaron vivos en ella, y éstos malheridos, acudió la capitana de Juan Andrea a socorrella, en la cual yo iba con mi compañía; y, haciendo lo que debía en ocasión semejante, salté en la galera contraria, la cual, desviándose de la que la había embestido, estorbó que mis soldados me siguiesen, y así, me hallé solo entre mis enemigos, a quien no pude resistir, por ser tantos; en fin, me rindieron lleno de heridas.

Víme solo en el mundo, y en ocasión en que una linda aragonesa, hija de un diputado a cortes de Cádiz, recogiéndome y ocultándome en su casa, cubierto de heridas, me salvó la vida por una rara combinación de circunstancias.

En las ramas de los álamos se oía ya el roce de las hojas amarillentas, y los helechos dejaban caer sus tallos como criaturas heridas que apenas pueden tenerse en pie. Me entristecí: «La Naturaleza entera va a morir dije; ¡Ah! ¡Si se pudiera morir con ellaEntonces me acordé de todas las burlas que había leído u oído sobre las impresiones sentimentales del otoño.

Palabra del Dia

vengado

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