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Actualizado: 26 de julio de 2025
La madre, inquieta, interrogaba á, los antiguos amigos de la familia, graves varones que indudablemente ocultaban algo. Las heridas son muchas; pero ya está fuera de peligro. ¡Valor! Lo importante es que viva. Una mañana Odette saltó de su lecho, súbitamente despertada por algo extraordinario que conmovía el hotel.
La señora, fatigada, sin duda, del silencio en el que se perdían sus palabras, fue a sentarse ante un piano de cola, y las teclas, heridas con viril empuje, lanzaron el ritmo alegre de unas malagueñas. ¡Olé!... Eso está güeno; pero mu güeno dijo el torero repeliendo su torpeza.
A nosotros también nos ahogan. Es por ustedes, pues, por quien voy a trabajar. Pónganse de lado, padres míos, las heridas son así menos peligrosas, porque no se encuentran más que las falsas costillas. En fin, yo la tengo dijo abriendo con dificultad su navaja. ¿Están dispuestos, compadre? ¡Jesús! no lo estamos. ¡Es igual, que Dios nos ayude!
Rebatidos con muchas muertes, y heridas de las murallas; creyeron que la flaqueza natural del sexo, si porfiadamente se combatia, se rendiria. Volvieron segunda vez al asalto, pero con mayor daño se retiraron.
Y cuando la madre, afligida por las órdenes furiosas, quería unirse a Margalida para buscar el remedio, la reclamaba otra vez su marido junto al lecho. Debía sostener al señor: lo había puesto de lado para examinar y lavar al mismo tiempo el pecho y la espalda. El pacífico Pep había visto de mozo sucesos más estupendos que aquél, y entendía algo de heridas.
Siguióse el alcance veinte y cuatro millas hasta Monocastano, degollando siempre sin resistencia alguna porque la huida les hizo dejar las armas con que apretados pudieran defenderse de los nuestros, que esparcidos, cansados y pocos, les seguían; pero la vileza de los Griegos era tanta, que refiere un Autor que por las heridas en el rostro no osaban volverle, aunque con solo este riesgo se pudieran defender; ultima miseria á que puede llegar un hombre cuando teme las heridas mas que la infamia.
Nuestro héroe, durante un rato, no pudo articular palabra. La voz se ahogaba en su garganta. Estrechó contra su corazón aquél frío cuerpo inanimado, cubriéndolo de besos ardientes. La señora tenía abiertos los ojos, y miraba con melancólica dulzura á su fiel adorador. A pesar de sus horribles heridas y del lastimoso estado de su cuerpo, la noble dama vivía.
Á cada golpe que tira le enrojece un chorro negro de hirviente sangre que brota de cien heridas á un tiempo; y ella, extendidos los brazos, de ansiedad y espanto trémulos, agitado el corazon, que quiere saltar del pecho, más y más á Ataide siente en el voraz pensamiento.
Para eso fue escrito, y como puñal le esgrimió, la mano alevosa. De una de las dos heridas no hay para qué tratar: es la mía; quizás la merezco, y poco importa.
¡Alto ahí! exclamó Malespina . Esa es grilla, caballerito. ¿Cómo puede ser que con música y baile se curen las heridas? Usted lo ha dicho. Sí; pero eso no ha pasado más que una vez, ni es fácil que vuelva a pasar. ¿Es acaso probable que vuelva a haber una guerra como la del Rosellón, la más sangrienta, la más hábil, la más estratégica que ha visto el mundo desde Epaminondas?
Palabra del Dia
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