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No osaba meterse en la penumbra de este salón obscuro y humoso durante el día, y que sólo al llegar la noche hacía resaltar la gloria de sus dorados, de sus escudos policromos y de sus vidrieras de colores bajo guirnaldas de luces eléctricas. Las mesas inmediatas a las ventanas ya estaban ocupadas a aquella hora por los sempiternos jugadores de poker.

Algunos obreros tendían de tronco á tronco guirnaldas de follaje y clavaban grupos de banderolas. Friterini, elevado á la categoría de maître d'hôtel, había sacado de su maleta un frac algo apolillado, recuerdo de los tiempos en que prestaba servicio como camarero auxiliar en hoteles de Europa y de Buenos Aires.

Estas guirnaldas naturales habían empezado á florecer en pleno invierno, bajo el soplo de una primavera precoz, destacándose con una magnificencia de fiesta galante sobre el verde severo y pálido de los olivos. Don Atilio dice que todo esto le hace pensar en una sinfonía de Mozart.

A los pies de ese símbolo sublime se ve al poeta, como profeta y sacerdote, que traza sus rasgos en los muros del edificio, y presta voz á las flores y á las guirnaldas que adornan sus columnas, y hace oir la música, que baja harmoniosa de sus altas bóvedas.

Algunos chicuelos tremolaban banderas de papel, guirnaldas de flores contrahechas y otros adornos caídos de las carrozas que la tarde anterior corrían por la Castellana. Isidro pasó varias calles formadas en su mayor parte de tapias de corral. Por encima de ellas asomaban las grandes pirámides de paja podrida destinada a la cocción de las tejerías.

La reina puede sentarse en su trono dijo Canterac. Y mostró á Elena un banco rústico rematado por una especie de doselete hecho con guirnaldas de follaje y flores de papel. Excitado el francés por la soledad, habló con gran vehemencia de su amor y de los grandes sacrificios que estaba dispuesto á hacer por Elena.

Y luego de chocar las copas quedaron silenciosos, mirando atentamente los adornos de aquel salón, como si lo viesen por vez primera y quisieran llevarse impresa su imagen en el recuerdo. No se habían fijado hasta entonces en los escudos que adornaban las paredes entre guirnaldas doradas de frutas y hojas.

Otras veces abundaban las damas elegantes: ocupaba el bridge todas las mesas; el aire marino perdía sus sales bajo una oleada de perfumes caros, y el buque se rejuvenecía con los trajes vistosos que se arremolinaban en sus cubiertas, las guirnaldas tendidas en los salones y los polvos de arroz que se llevaba el viento.

Debía andar por abajo, entre el gentío que llenaba la plaza, pensando sin duda con terror en que había de levantarse antes del alba para decir la misa a las monjas. El palacio del Ayuntamiento estaba adornado con guirnaldas de luces, que reverberaban sobre la fachada de la catedral, dando a la piedra un resplandor rojizo de incendio.

Tu sangre se mezcla al fuego; tu piel se estremece y cruje bajo los cohetes que serpentean y forman guirnaldas cayendo en lluvia de oro; tu rabia ha llegado al límite, y los espectadores han huido de la primera barrera, temiendo que la franquees, ¡y no obstante, tiene seis varas de alta! ¡Condenación! ¡el matador no llega! y sin embargo es la hora. ¿Podría estar más a punto?