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Actualizado: 23 de junio de 2025
Pero al ver que Ojeda se molestaba por estas amabilidades, adivinando su malicia, abandonó todo disimulo, añadiendo con admiración: Compañero: le envidio y le tengo lástima. Es usted un valiente, ¡pero lo que se ha echado encima!... Antes del término del viaje deseará llegar a tierra, lo mismo que un náufrago que se ahoga. La comida de esta noche era con banderas y guirnaldas.
En su masa densa y poco visible para el ojo humano flotaban los sifonóforos, guirnaldas de individuos unidos por un hilo transparente, frágiles, delicados y luminosos como cristales de Bohemia. Otros organismos igualmente sutiles tenían la forma de pequeños torpedos de vidrio.
Febrer se encontraba con ellas frecuentemente: en la Pinacoteca, frente a los Evangelistas de Durero; en la Glicoteca, contemplando los mármoles de Egina; en el teatro rococó de la Residencia, donde cantaban las obras de Mozart, sala de otro siglo, con una decoración de porcelana y guirnaldas que parecía imponer a los espectadores el uso del tacón de púrpura y la peluca blanca.
Al acordado son de dos órganos portátiles, entonaban himnos 27 cantores entre ellos ocho con jubones y guirnaldas en las cabezas y además seis ángeles tañendo instrumentos y cuatro profetas con sendas filactérias de oropel , siguiendo luego la «roca,» que como los «pasos» de nuestras procesiones era transportada ó empujada por hombres.
La puerta de calle, cubierta por una inmensa cortina grana, daba entrada a una amplia galería tapizada de paño rojo y profusamente alumbrada y decorada por guirnaldas y flores. Dos lacayos de librea guardaban sus puertas de cada lado de la entrada. Se sentía allí un ambiente tibio y agradable.
Allí pululan los animálculos luminosos que, atraídos momentáneamente á la superficie, aparecen formando regueros, serpientes de fuego ó resplandecientes guirnaldas. En su transparente espesor debe estar alumbrado el mar acá y acullá con tales resplandores; las mismas aguas tienen cierto brillo, una semi-luz que se nota sobre los peces, así vivos como muertos.
Cubrióse, para alguno de ellos, el salón-bolera con un pabellón ó bóveda de rústicas guirnaldas; y con esta mejora y otras análogas, pasó la cuota individual por encima de cinco pesetas.
Sé mostrarme severo cuando es menester, señores... Cuando volví a casa, el reloj marcaba las cinco... Ya no podía más de cansancio; las piernas se me entraban en el cuerpo. Todo estaba en silencio. Antes de partir, había mandado a mi gente que se acostara. Al atravesar el vestíbulo, donde ardían las luces todavía, vi una puerta rodeada de guirnaldas.
En el tímpano aparecía la Virgen con seis ángeles de rígidas albas y alas de menudo plumaje, mofletudos, con llameante tupé y pesados tirabuzones, tocando violas y flautas, caramillos y tambores. Corrían por los tres arcos superpuestos de la portada tres guirnaldas de figurillas, ángeles, reyes y santos, cobijándose en calados doseletes.
En cinco minutos estábamos en la cuadra del Club del Progreso: tuvimos que esperar algunos minutos más para que le llegara a nuestro carruaje el turno de acercarse, y por fin bajamos en la puerta entre un grupo de hombres y mujeres que subían apresuradamente la escalera muellemente tapizada y adornada con flores y guirnaldas verdes. ¿Quién no conoce el Club en una noche de baile?
Palabra del Dia
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