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Actualizado: 23 de mayo de 2025


Allá en el confín del horizonte percibí una torre elevada, y al lado de ella otras varias más chicas. ¡Sevilla! ¡Sevilla! grité con voz recia, sin poder reprimir la extraña y viva emoción que me embargaba. Y avergonzado en seguida de aquel grito, me volví para ver si mis compañeros se reían.

¡Pues entonces, en nombre del Cielo grité extendiendo hacia él los puños, corramos a Zenda, aplastemos a Miguel y traigamos al Rey a su capital y a su trono! Sarto se puso en pie y me miró fijamente. ¿Y la Princesa? preguntó. Incliné la cabeza y tomando la rosa la oprimí hasta destrozarla entre mis manos y mis labios.

Vi un fogonazo y la explosión de un disparo me detuvo. Un cazador salió de su escondite, bajó hacia la marisma y el chapotear de sus pies en el agua; otro le habló. En aquel cambio de palabras breves y pronunciadas en voz baja, pero que la noche hacía muy claras, distinguí un timbre de voz que me impresionó. ¡Andrés! grité. Hubo un momento de silencio. ¡Andrés! grité de nuevo.

Naturalmente... seguro... esto es dijo el viejo frunciendo también el entrecejo. No hay nada de particular. Es mi casa; yo mismo he levantado todos sus maderos. No hay por qué temerla. Tal vez grite un poco, como hacen las mujeres, pero volverá a las buenas. El viejo fiaba, para sus adentros, en la exaltación del licor y en el poder de un valeroso ejemplo para sostenerse en semejante situación.

Nos separaba apenas medio tiro de escopeta cuando mi perro movió una perdiz. Estaba él a mi izquierda y la pieza voló hacia él. ¡Ahí le va, señor! le grité. En el breve tiempo que empleó en echarse la escopeta a la cara pude advertir que nos miró y apreció si el doctor y yo estábamos bastante cerca para tirar, y sólo luego de convencerse que era pieza perdida si él no tiraba apuntó y disparó.

Hace una semana que vino y permaneció un par de horas. ¡Pero no es posible que siga abusando de usted de este modo! ¡Si no puedo seguir siendo su amante, puedo, sin embargo, ser siempre su campeón, Mabel! grité lleno de decisión. En adelante tendrá que arreglárselas conmigo. ¡Ah, no! tartamudeó, volviéndose hacia con recelo y temor. No debe usted hacer nada. De otra manera podría él...

¡! grité, casi fuera de mi razón y presa de la mayor excitación, el arreglo es perfecto. ¡El secreto de Burton Blair está descubierto! ¡Es una especie de registro! exclamó Reginaldo. Y empieza con las palabras: Entre el Ponte del Diávolo... ¡Este nombre es italiano, y supongo que querrá decir: ¡Puente del Diablo!

Te hablo seriamente: hay temas de los que no debes hablar, y que no puedes comprender, porque eres demasiado joven. Colocó el cura su sombrero bajo el brazo y se alejó. Corrí sobre sus pasos y le grité desde la puerta: ¡Podéis decir todo cuanto queráis, pero conozco bien el amor; es lo más encantador que hay en el mundo! ¡Viva el amor!

De repente vi que la puerta se abría algunas líneas, como movida por el viento, o impulsada quizás por una mano para probar si cedía. Retrocedí, apartándome de la puerta cuanto pude y guareciéndome tras la mesa de hierro en la posición que dejo descrita. Acepto su oferta, señores grité, confiando en su palabra de caballeros. Si se toman el trabajo de abrir la puerta...

Pero, ¿qué ha sido? preguntó sin bajar la voz lo suficiente, olvidándose del sueño de su esposa, pensando cosas muy extrañas. No grite usted, hombre dijo la alemana muy severamente. Bonis acercó el rostro al de su mujer. Duerme dijo Körner. ¡Dios lo sabe! pensó Bonis.

Palabra del Dia

bagani

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