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Y la nube se abrió y de sus flancos corrieron torrentes de agua que inundaron los valles, devastaron las mieses y ahogaron las bestias; pero nada podían contra una roca, a pesar de embestirla el oleaje por todos lados. 40 Entonces gritó la nube: Esa roca es más poderosa que yo; quisiera ser roca. Y el ángel desciende del Cielo y le dice: ¡Que tu deseo sea satisfecho!

Reían al verle trémulo sobre sus patas, agitando los flancos como los costados de un fuelle, mugiendo con chillón alarido de dolor, los ojos enrojecidos, y arrastrando su lengua por la arena, ávido de una sensación de frescura. Gallardo aguardaba apoyado en la barrera, cerca de la presidencia, la señal para matar. Garabato tenía sobre el borde de la valla el estoque y la muleta preparados.

Dejó su traje femenil sobre el caballo que la había traído y montó alegremente en el otro, oprimiéndole los flancos con sus piernas nerviosas, al mismo tiempo que echaba en alto el lazo atado á la silla, formando una espiral de cuerda sobre su cabeza. Galopó por la orilla del río, junto á los añosos sauces que encorvaban sus cabelleras sobre el deslizamiento de la corriente veloz.

Por fin, el pino cae pesadamente sobre el suelo, rompiendo en su caída las ramas de los árboles vecinos. Los leñadores rodean al coloso caído; cortan las ramas y las extremidades flexibles, y luego, cuando está limpio el tronco, lo arrastran por las vertientes que rayan los flancos del monte y por las cuales corren las piedras desprendidas y las nieves fundidas en la altura.

Tres grandes y anchas rampas, con graderías y estatuas de piedra y mármol, dan entrada al pié del palacio. Tres cuerpos colosales forman el frente; cierran los flancos otros nuevos, recientemente levantados. El palacio tiene, ademas del bajo, otros tres pisos. Abundan en profusa riqueza los espléndidos salones, entre los que descuellan el del patio de los leones de la Alhambra, fielmente copiado.

La casa sólo debía ser una envoltura de líneas puras y simples, en cuyos flancos estuviesen almacenados el calor ó la frescura, según la estación, el agua pronta á correr por todas partes, la electricidad escapando en chorros luminosos ó agitando la atmósfera con el aleteo de la brisa. Le fué más fácil transformar con rapidez su vivienda errante sobre los mares.

Luego, enseñó Rafael la otra joya del cortijo: un palo largo rematado por un embudo de hierro, cuyos bordes entrantes y salientes daban la idea vaga de un dibujo. Era la marca de la ganadería, ¡el hierro!, y había que ver con qué respeto lo acariciaba Rafael. Una cruz sobre una media luna formaban la señal que llevaba en sus flancos todo el ganado de Matanzuela.

En ciertos momentos, el trasatlántico parecía inmóvil, y únicamente al avanzar la cabeza fuera de la borda se convencían los pasajeros de que marchaba, oyendo el chapoteo invisible de sus flancos. Ojeda vio pasar a Mina junto a él, una Mina distinta en su aspecto exterior a la que había conocido hasta entonces, siempre vestida de blanco y con la cabeza descubierta.

El sol había derretido su pintura; las tablas se agrietaban y crujían con la sequedad, y la arena, arrastrada por el viento, había invadido su cubierta. Pero su perfil fino, sus flancos recogidos y la gallardía de su construcción, delataban una embarcación ligera y audaz, hecha para locas carreras, con desprecio á los peligros del mar. Hasta de nombre carecía.

La torre de las campanas ocultaba un pedazo de cielo, ostentando sobre sus flancos rojizos, ornados de junquillos góticos y contrafuertes salientes, las fajas de mármol negro con cabezas de misteriosos personajes y escudos de armas de los diversos arzobispos que intervinieron en su construcción.