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Pero, ¿no sabes una cosa?, que hoy hemos tenido la gran bronca ese y yo, porque le dije aquello... ¿Lo de...? apuntó Aurora, suspendiendo otra vez el trabajo, y mirando a su amiga con intención picaresca. ... Se enfadó tanto, que concluimos mal. ¡Ay, qué pena tengo! Porque si es calumnia, figúrate, ¡qué barbaridad ir con esa historia!

CIRILO. ¡No...! Pero los soldados que pasaron en las primeras líneas los meses más rudos conservaron la rudeza de su precaria existencia. No saben hablar a las mujeres, y alguno hubiera podido agraviarla... LEONIE. ¡Bah! ¡Figúrate ...! ¡Precisamente en mi oficio...! CIRILO. Desconocía su oficio, como usted dice. Suponía que usted era el ama de gobierno de una señora anciana... su lectora...

Figúrate que el señor de Seligny es el padre de la infortunada de quien Adela recibió la vida. El matrimonio de Evrard y de Angélica estaba ya decidido, y, sin la infame perfidia de Maugis, esta familia viviría dichosa.

¿Qué dices, Casilda, qué dices? no te entiendo; hablas de un modo... Verás: Quilito, entre otras deudas, debe treinta mil nacionales: ¡figúrate! treinta mil nacionales, a un prestamista, que ya estuvo hoy a cobrarlos el muy sinvergüenza, porque hoy vencía el plazo... ahí tienes, ¿cómo deja el Gobierno andar sueltos a estos pícaros, que así engañan y estafan a niños sin responsabilidad?

Figúrate que aquí está nuestro ejército, compuesto de setenta mil hombres, cuyo inmenso frente ocupan todas las colinas de la izquierda, el camino y parte de la llanura que hay a la derecha.

Pero vamos a cuentas: todo eso es, como quien dice, soñado. Claro: ¿no has oído que me quedé dormida en el sillón?... Como que esos dos señores que estuvieron a visitarme, se murieron hace treinta años, cuando yo era novia de Antonio... figúrate... y García de los Antrines era muy viejo entonces.

LINE. Espera un minuto, ¡qué diablo...! ¡Cada cosa en su tiempo...! ¿No me preguntas por qué estoy este día en tu casa...? LIONEL. ¡No...! Lo importante es que estés en ella...! ¡Haz el favor de beber...! LINE. Primero tengo que contarte... ¡Figúrate que mi marido está celoso...! LIONEL. ¡Me da lo mismo...! ¡Lo mataré...! LINE. ¡No lo matarás...! No está celoso de ti.

El joven doctor mostrábase impaciente. ¿Creía él que no tenía otras cosas en qué ocuparse?... ¡Figúrate, con seis mil reales por todo sueldo!... Tengo que visitar mucho y a gentes que pagan mal. Además, esa muchacha no es de mi clínica... La vi anteayer. Me pareció que estaba bien; pero si los ataques de eclampsia se repiten, puede morir en uno de ellos.

Saca la conversación como puedas, y que se entere bien de la necesidad en que estamos». Moreno ayudará díjole su amiguita, llevándola a otra pieza para hablar con más libertad. No ... está incomodado conmigo... Esta mañana hemos reñido... La verdad... me enfadé, me tuve que enfadar. Figúrate que esta vez viene más hereje que nunca.

Y mientras tanto continuó, ¿qué hacía el general Nogueras? Figúrate, muchacho, que le habían hecho creer que Cabrera no era más que un cabecilla de mala muerte, un estudiante, un teólogo que no sabía palabra del arte de la guerra. Así que, tomando el anteojo, me entiende usted (el cura hacía ademán de aplicárselo al ojo derecho), dijo a sus ayudantes: «Muchachos: el seminarista se atreve a presentarnos batalla con los desharrapados que le siguen; es necesario darle una lección muy dura para que en su vida vuelva a ponerse delante de un general españolEn seguida, me entiende usted, da sus órdenes y dispone el ataque. Suena el toque de fuego, ¡pin! ¡pan! ¡pun! de aquí, ¡pin! ¡pan! ¡pun! de allá... ¡pom! ¡pom! suena la artillería de los liberales. La de los carlistas, callada esperando la ocasión... Los liberales parece que llevan ganada la batalla, y avanzan... En esto el general Nogueras, que seguía contemplando con su anteojo el combate, mientras charlaba y reía con sus ayudantes, se pone serio de pronto... «¡Rayos y truenos! ¿Qué es lo que veo?... ¡La vanguardia del ejército envuelta! ¿De dónde mil rayos ha salido esa tropa? ¿Qué caballería es aquélla?... A ver, uno de ustedes, a enterarse de por qué retroceden los batallones de cazadores... Que cargue la caballería... ¿Dónde está?... ¡Si tiene cortado el paso!... ¡Los planes de este seminarista ni yo los entiendo, ni el diablo que lo lleve tampoco!»... En esto llega un ayudante gritando: «Mi general, escape V. E. a uña de caballo, porque estamos envueltos y vamos a caer en las manos de CabreraEl general Nogueras, acto continuo, pone espuela al caballo, diciendo: «¡Qué cabecilla ni qué barajas!... ¡