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Actualizado: 9 de junio de 2025
Que el lector que nunca ha viajado imagine un lago en cuya superficie entera se cierne una inmensa falange de aves acuátiles de todos colores y dimensiones para nadar en la mas pintoresca confusion, y, prescindiendo del efecto que hacen los arbolajes, las velas y las humeantes chimeneas de los vapores, se tendrá una idea aproximativa del aspecto general del Támesis.
Me dijo que se espantaron, que en un momento viéronse pequeños, mientras que los franceses se agrandaban, presentándose como una falange de millones de hombres; que los vivas al Emperador y los gritos de cólera eran tan furiosamente pronunciados, que parecían matar también por el solo efecto del sonido, y que, por último, sintiendo los de acá desfallecer su entusiasmo y al mismo tiempo un repentino, invencible cariño a la vida, abandonaron aquel puente mezquino, ardientemente disputado por dos naciones, y que al fin quedó por Francia.
Entre los primeros, el Espada es el primer galan, el segundo espada su protagonista; el toro es el gran barba terrible; los picadores son los auxiliares de la trama, y los capeadores y ayudantes de toda clase constituyen la lucida falange de comparsas. Francamente, el toro, defendiéndose de cien enemigos, me pareció el personaje mas bello, mas digno de admiracion y de interes.
No quiero abusar de mi superioridad en este punto, y guardándome otras muchas citas históricas que mantengo de reserva en mi cartera, me contentaré con recordarle otro ejemplo del mismo género. ¿Quién sublevó el espíritu teutónico del nacionalismo germánico contra la intervencion napoleónica en Alemania? ¿Quién, sino la falange de poetas, á cuya cabeza se puso Koerner, el intrépido Tirteo del siglo XIX, que murió atravesado de una bala al frente de su Regimiento de Cazadores, entonando el himno marcial con que habia reclutado sus soldados? ¡Niegue ahora el poder de la poesía!
Esto de que me lancen del favor del rey, que me reduzcan á una vida obscura... esto no puede ser, y no será... Quevedo... Quevedo tiene ingenio bastante para dar al traste con toda esta falange de cortesanos hambrientos y miserables... Quevedo me impondrá duras, durísimas condiciones... pero no importa... más vale ceder en secreto ante un solo hombre, que no caer en público combatido por tantos. ¡Oh! creo que debo dar una lección al rey, que debo retirarme... mostrarme enojado; si yo hubiera hablado ya con Quevedo, vería si podía atreverme á presentar al rey mi renuncia del empleo de secretario de Estado universal; pero sin contar con don Francisco, sería una locura.
He aquí las costas de África, Goroa, con su vulgar aspecto europeo; Dakar, con sus arenales de un brillo insoportable, sus palmas raquíticas, su aire de miseria y tristeza infinita, sus negrillos en sus piraguas primitivas o nadando alrededor del buque como cetáceos. La falange de a bordo se aumenta; todos esos «pioneers» del África vienen quebrantados, macilentos, exhaustos.
¡Oh valor incomparable! Saben esos humildes y generosos confesores que la persecucion arrecia, que el desacato de la profesion de fé es ya mirado como asunto digno de ocupar al consejo del rey , que la estirpacion completa de la religion cristiana va á ser en breve el negocio capital de la gobernacion interior del Estado; ven aumentarse el número de los apóstatas, entibiarse el celo de sus afligidos hermanos, dilacerarse con nuevas heregías el seno de la Iglesia perseguida, ceder los débiles á la opresion y al oprobio, los tímidos á las amenazas, los codiciosos á la agravacion de los tributos, los ambiciosos á las liberalidades y promesas; dícenles que sus prelados mismos los obligan á jurar que no comparecerán ante los jueces á hacer pública confesion de su fé, que en el consejo del Amir se ha acordado conceder á todo musulman permiso para quitar la vida á cualquier cristiano que hable en desdoro de su profeta y secta; y sin embargo nada les arredra. ¡Allá va la gloriosa falange!
¡Por virtud de sus mismas cicatrices no hay un trozo de tierra filipina que no abarquen sus cívicas raíces! La gratitud es una flor que brota de la pureza del sentir humano, y no hay sarcasmo ni atrevida mano que la marchite en mísera picota. ¡Oh falange del yelmo y de la cota! Para pagar tu esfuerzo soberano, lidiar quisiera por el fuero hispano en una tierra anónima y remota.
Tal como un león que sale del bosque hambriento y cae sobre un rebaño de ovejas devastándolo en sus garras poderosas, así el mozo de la Braña se introdujo en la falange de Rivota, causando en ella la consternación y el estrago. Los demás le siguen con igual ardor. Rompen las primeras filas. Los del alto de Villoria, hábiles en manejar el palo nudoso, repelen á sus enemigos dispersándoles.
No era posible que entre millares de hombres, formando una asociación poderosísima, no se albergasen la ambición, la codicia, el apetito de deleites y regalos y otras mundanas pasiones; pero entonces era tan elevado el propósito, era tan generoso y fecundo el pensamiento capital que informaba á la Compañía, y era tan numerosa y refulgente la falange de sus héroes, de sus santos, de sus exploradores, de sus sabios y de sus mártires, que deslumbraba con su resplandor y no dejaba ver lo vicioso y lo malo que había en la Compañía y que es tan inherente y propio y tan difícil de extirpar por completo de nuestra decaída naturaleza.
Palabra del Dia
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