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Actualizado: 24 de julio de 2025
Demos ahora la preferencia á los habitantes de las montañas de Asturias, pues aunque en toda la parte septentrional de la Península se albergasen ciertas razas, que no se sometieron nunca á los conquistadores árabes, ó sólo momentáneamente, es preciso mirar siempre á Asturias como al punto en donde comenzó la primera y más decisiva cruzada contra la media luna, y en donde la lengua castellana se fué perfeccionando poco á poco.
No era posible que entre millares de hombres, formando una asociación poderosísima, no se albergasen la ambición, la codicia, el apetito de deleites y regalos y otras mundanas pasiones; pero entonces era tan elevado el propósito, era tan generoso y fecundo el pensamiento capital que informaba á la Compañía, y era tan numerosa y refulgente la falange de sus héroes, de sus santos, de sus exploradores, de sus sabios y de sus mártires, que deslumbraba con su resplandor y no dejaba ver lo vicioso y lo malo que había en la Compañía y que es tan inherente y propio y tan difícil de extirpar por completo de nuestra decaída naturaleza.
Con los procedimientos más elementales le hicieron la cura al pobre ciego, restañándole la sangre, y poniéndole vendas que le tapaban uno de los ojos; después le acostaron en el suelo, porque se le iba la cabeza y no podía tenerse en pie. Volvió la mendiga a sacar de su cesta el pan y la carne a medio comer, ofreciendo partir con sus generosos protectores; pero estos, en vez de aceptar, les brindaron con sardinas y unos churros que les habían sobrado de su almuerzo. Hubo por una y otra parte ofrecimientos, finuras y delicadezas, y cada cual, al fin, se quedó con lo suyo. Pero Benina aprovechó las buenas disposiciones de aquella honrada gente para proponerles que albergasen al ciego en la caseta hasta que ella pudiese prepararle alojamiento en Madrid. No había que pensar en que volviese a las Cambroneras, donde sin duda le tenían mala voluntad. A Madrid y a su casa de ella no podía conducirlo, porque ella servía en una casa, y él... En fin, que no era fácil explicarlo... y si los señores guarda-agujas pensaban mal de las relaciones entre Benina y el moro, que pensaran. «Miren ustedes dijo la anciana viéndoles perplejos y desconfiados , no poseo más dinero que esta peseta y estas perras. Tómenlas, y tengan aquí al pobre ciego hasta mañana.
Palabra del Dia
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