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Actualizado: 22 de julio de 2025


No tienes idea de cómo trabaja Ricardo. Se levanta al alba; aún relucen las estrellas. Muchos días no vuelve hasta la noche; almuerza en cualquier puesto para no perder tiempo. Llega cubierto de polvo, otras veces de barro, sucio de sarnífugos, de bañar ovejas, hecho un gauchote, un facineroso. En tal facha, por embromarme, abre los brazos y se viene hacia .

¡Qué facha! exclamó Sofía, muerta de risa al verlos venir . Teodoro con la Nela al hombro, y luego el palo con el sombrero de Gessler.... Historia de dos hijos del pueblo Aquí tienes, querida Sofía dijo Teodoro un hombre que sirve para todo. Este es el resultado de nuestra educación, ¿verdad, Carlos?

Su camisa, de rayas coloradas, parecía la bandera de los Estados Unidos; y para recalcar más su facha americana, llevaba una joya en la corbata y una cadena de reloj interminable, que le daba muchas vueltas de una parte a otra del pecho. Los pantalones eran tan cortos, que al sentarse se le veía media pierna. Allí venía bien decir que el difunto era más chico.

Hubiérase lanzado éste con ímpetu salvaje dentro del local; pero se detuvo, temeroso de que, viendo su facha estrambótica, le adjudicaran una paliza ó le entregasen á una pareja.

No, señor, no era por eso; él quería trabajar, pero no encontraba en qué: buscó un empleo mucho tiempo y no quisieron dársele y ahora andaba tras de una concesioncita de ferrocarril, sin resultado; había visitado a senadores y diputados y hasta a cierto ministro, que tenía fama de dejarse untar la mano... Pero, ¿qué van a darte con esa facha? dijo riendo la señora.

A la humosa llamarada de las antorchas, Ramiro pudo reconocer, en medio de aquel golpe de gente, la enhiesta facha de Bracamonte. Nueva exclamación estalló: ¡Viva don Diego! Los pasos de la turba resonaban sobre las losas de modo acompasado y solemne. Son algunos vecinos que vienen acompañando a don Diego de Bracamonte exclamó Ramiro en voz alta, volviendo el rostro hacia el concurso.

Por miedo a que le viesen hecho una facha, se pasaba semanas y aun meses sin salir de sus barrios; y como no tuviera necesidad imperiosa que al centro le llamase, no pasaba de la Plaza Mayor. Le azaraba continuamente la monomanía centrífuga; prefería para sus divagaciones las calles obscuras y extraviadas, donde rara vez se ve un sombrero de copa.

Eso, mi señor don Alejandro, puede ser, y usted perdone, una huida, como otra cualquiera, del terreno, y desde luego no es exacto; y además, como argumento, es aquí muy sospechoso. ¡Vaya usted echando canela! Porque la hay a mano. Y a la prueba: me ve usted con esta facha algo quijotesca, un si es no es acartonado, con el pelo y los bigotes grises... Canos.

Y levantó su puño amenazante contra su hermana. Pero al ver la extraña figura que presentaba Miss con sus pegotes de merengue y corriendo medrosa, una carcajada de atolondramiento hinchó su lindo cuello, y como si nada hubiese sucedido, se agarró del talle de Concha, dándola un sonoro beso. ¡Qué gracioso...! ¿eh? ¡Qué cara va a poner mamá cuando la vea entrar en el salón con esa facha...!

Réstame hablar ahora del marinero, objeto del odio más vivo por parte de Doña Francisca; pero cariñosa y fraternalmente amado por mi amo D. Alonso, con quien había servido. En la época de mi narración, la facha de este héroe de los mares era de lo más singular que puede imaginarse.

Palabra del Dia

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