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Actualizado: 22 de julio de 2025
Pues los «hombres» contestó el joven con cierta timidez, como si le repugnase mentir creen que esto marcha bien y que muy pronto vendrá «la nuestra». Lo mismo digo yo. Y tras esta afirmación enérgica, que rebosaba fe, el empleado miró con cierta envidia a aquel joven de mísera facha, que podía tratarse de igual a igual con los «hombres».
Por allí andaban damas y caballeros, no en facha de pastorcillos, ni al desgaire, ni en trenza y cabello, sino lo mismo que iban por las calles, con guantes, sombrilla, bastón. Echando, pues, de su alma aquellos vagos deseos de correr y columpiarse, pensó gravemente de este modo: «Para otra vez que venga, traeré yo también mis guantes y mi sombrilla».
Yo no duermo nada si no llevo mis almohadas. A Agustín no hay quien le quite de la cabeza el llevar una jofaina para lavarse dos o tres veces en el camino. Mi maletita-tocador no se puede quedar atrás, porque no me gusta llegar a las estaciones hecha una facha.
De un bocado se tragará Cortes y Regencia. Es el hombre de mejores ocurrencias que he visto en mi vida, y de seguro ha venido aquí a reírse de sus compañeros de procuraduría. ¿No es aquel que está a su lado D. Antonio Capmany? ¡Miren qué facha! No se puede estar quieto un instante y baila como una ardilla. Ese que se sienta en este momento es Mejía.
¡La facha!... dijo Baldomero, volviendo a su asiento y dando por terminado el incidente que no había pasado inadvertido en el comedor más que para sus compañeros de mesa. ¿En qué andaba? le preguntó Melchor. Un encargue... que no me han cumplido contestó como contrariado, para explicar así la ligera emoción que le embargaba.
Su facha denunciaba su profesión militar y su natural hidalgo; tenía bigote blanco y marcial arrogancia, continente reposado, ojos vivos, sonrisa entre picaresca y bondadosa; vestía con mucho esmero y limpieza, y su palabra era sumamente instructiva, porque había viajado y servido en Cuba y en Filipinas; había tenido muchas aventuras y visto muchas y muy extrañas cosas.
Usted, como incrédulo, dirá que la casualidad es quien me ha dado esta guerrera facha, y yo digo que es Dios, el mismísimo Dios quien se ha servido dármela.... Por tanto, amigo, es llegado el momento de que nos separemos.
Un minuto solamente. Para ver qué facha haces. Os digo que no me visto de mamarracho. ¿Cómo que no? Se nos ha puesto a nosotras en el moño. Mirad que os pesará. La que se me acerque ha de arrepentirse. ¿Y qué nos harás, fantasmón? Eso no se dice hasta que se vea.
Doña Inés, además, no veía nada alarmante en el suceso, y a ella misma y a sus amigos don Andrés y el padre Anselmo se lo explicaba del modo más natural. Suponía y decía con sigilo que su señor padre, aunque estaba sano y bueno y tenía más facha de mozo que de anciano, había empezado a envejecer, claudicar y flaquear por el meollo; culpa quizá de lo mucho que con él trabajaba y estudiaba.
Por su carácter era un ángel, y por su facha, a no ser tan bondadoso, hubiera parecido un demonio, aunque por lo feo y pequeñuelo no dejaba de parecer un duende. El ser que iluminaba el castillo con esplendores de poética hermosura, era la gentil Poldy, única hija de la Condesa viuda que permanecía soltera, aunque frisaba ya en los veintiocho años.
Palabra del Dia
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