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Actualizado: 29 de mayo de 2025


En casa de Segovia se juntaron De noche, con secreto sin ruido; Entre todos allí se concertaron, Y el caso fué de breve concluido. Que Cáceres se prenda concertaron, Y esperan á que sea amanecido. Una vision al punto que amanece Encima de la iglesia se aparece.

Lo que no he podido dejar de sentir es que me note de viejo y de manco, como si hubiera sido en mi mano haber detenido el tiempo, que no pasase por , o si mi manquedad hubiera nacido en alguna taberna, sino en la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros.

Es lamentable... pero él es un hombre honrado y no abusará de esa confianza. Así lo creo... estoy cierta... Mis imprudentes cartas están seguras en sus manos... Pero se marcha y él mismo no se disimula los peligros que lo esperan. Se estremeció y su voz se volvió débil. Si no volviese, ¿qué sería de esas cartas?

Por cada mil pesetas en dinero que los emigrantes mandan aquí, ¿cuántas no se dejarán allí en trabajo? Desgraciadamente, aquí el trabajo no les produciría nada, y la emigración sigue. En Galicia no se ven apenas más que mujeres, viejos que ya han vuelto de América, niños que esperan a ir, caciques y curas. Por cada revista madrileña que llega a Galicia, hay cinco o seis revistas argentinas.

Toda la principalía en ejercicio, y fuera de él, todos los capitanes pasados, cabezas reformados, vecinos condecorados, jefes de cuadrilleros, caudillos, primogénitos y cuantos tienen, han tenido ó esperan tener algún cargo municipal, se sientan en la mesa del festín en esas veinticuatro horas.

¿Os llamáis don Juan? . Seguidme, os esperan. Guiad. El bufón tiró adelante; no quería hablar ni una sola palabra más con aquel hombre que hacía tan infeliz á Dorotea, con aquel hombre á quien aborrecía, porque no amaba á la comedianta. Y así, el tío Manolillo delante y don Juan detrás, llegaron en muy poco espacio á la calle de Don Pedro.

Adiós me dijo tendiéndome una mano es la hora de comer y mis niñas me esperan. Vuelva usted. Salí enamorado y desesperado. Enamorado porque Amparo hablaba a mi corazón, a mi voluptuosidad, a mi razón; desesperado porque nada había visto en Amparo más que una ardiente expresión de agradecimiento. Amparo parecía enamorada de un imposible.

El señor Pereda, por lo mismo que siente mucho y bien, es enemigo jurado de la sensiblería; pero cuando llega a situaciones patéticas, encuentra para el dolor o la alegría la expresión natural y no rebuscada, y conmueve más que otros novelistas serios y estirados, por lo mismo que no se esperan tales ternuras en un autor de continuo alegre y jacarandoso.

39 Pero nosotros no somos tales que nos retiremos para perdición, sino fieles para ganancia del alma. 1 Es pues la fe, la sustancia de las cosas que se esperan, la demostración de las cosas que no se ven. 2 Porque por ésta alcanzaron testimonio los ancianos. 3 Por la fe entendemos haber sido compuestos los siglos por la palabra de Dios, siendo hecho lo que se ve, de lo que no se veía.

La mujer, que era una doncella de la condesa de Lemos, le llevó á la antecámara de la reina, donde le salió al encuentro doña Catalina de Sandoval. Gracias á Dios que el rey os ha soltado dijo. ¿Y por qué esas gracias? Os esperan. ¿Dónde? En el oratorio de la reina. Pues no adivino. ¿No os ha dicho el rey que vos debéis representarle como padrino de una boda?...

Palabra del Dia

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