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Actualizado: 29 de junio de 2025
Los niños salen de la casa para recibir la lluvia sobre sus cuerpos desnudos y se bañan en las charcas lanzando gritos de alegría; los adultos esperan impacientes el final de la tormenta para salir al aire libre y gozar del contacto con las moléculas húmedas que flotan todavía en la atmósfera.
Muley con los suyos me arrancará esta noche de los brazos de mi tío, quien no podrá o no querrá oponerse a tal violencia por amor a Muley y al ahinco con que desea conservar los derechos de nuestra familia. Dos galeazas tunecinas esperan para esta facción y rondan en los ancones de la playa.
He aquí los que recuerdo, y que son conocidísimos y se han transmitido de padres a hijos durante cien generaciones: No parece sino que el poeta popular y desconocido que compuso este villancico de la gitanilla, quiso, a propósito del Niño Jesús, encerrar en una triste predicción la que ante la cuna de todos los niños puede hacerse de los sufrimientos que los esperan en la vida.
Le ruego, mamá, que no proteste usted. No se desobedece a los enfermos. ¿Verdad, doctor? Señorita respondió tendiéndole la mano , es usted una santa. Sí; me esperan allá arriba; mi urna está dispuesta para recibirme. Rogaré a Dios por usted, mi digno amigo, ya que usted no lo hace. Al hablar así su voz tenía algo de alado, de aéreo, de sobrenatural, como la serenidad del cielo.
Si algún obstáculo se presenta, si los troncos se detienen sobre un banco de arena ó una roca oculta, los atletas caribes, de músculos poderosos y ancho tórax de bronce, ponen bien pronto á flote el convoy entero, y cuando llegan á la playa donde los esperan grandes navíos, un fuerte movimiento con el palo que les sirve de remo basta para abordar.
Es increíble. Máximo de Cosmes a su hermano. 30 de julio. La enfermedad de Elena se prolonga sin dejar de ser grave. Los médicos esperan el veintiún día para pronosticar, entonces deberá producirse una crisis que será decisiva. La vi la otra mañana, muy blanca, en su camita de campaña instalada en la biblioteca para dos o tres noches y que será, acaso, el lecho de su eterno reposo.
Jamás me pareció tan extraordinario como aquella noche, velada única y última en que quise oírle. Todo era selecto, hasta el idioma fluido, ondulante y rimado que presta a la idea choques sonoros y hace del vocabulario italiano un libro de música. Cantaba el himno eternamente tierno y lamentoso de los amantes que esperan.
Esperen un momento vuesas mercedes. ¿Qué hora es? dijo Dorotea. Acaban de dar las doce en Santo Tomás. Pronto, Nicolasa, pronto, que estos señores esperan. Acudió una manchegota casi cuadrada, con una llave y una vela de sebo puesta en una palmatoria de barro cocido. Abrió la puerta, entró y puso la palmatoria sobre una mesa. Dos sillas, Nicolasa dijo aquel hombre.
En el corazón no se manda, Carmen, y si yo te quisiera arrancar del corazón, mi corazón diría: "No, no puedes arrancarla sin que yo me rompa...." Es triste, muy triste llevar al fin de la vida este terrible desengaño.... Si mañana te murieses tú, lo que Dios no consienta, ¡cuántos disgustos, cuántas penas me esperan además de la pérdida de una esposa adorada!
Doña Moncha pulsa tímidamente en la puerta. Todos callan y esperan. DO
Palabra del Dia
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