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Actualizado: 29 de junio de 2025


Hay cientos y miles de mujeres que en la situación de la Condesa d'Arda, entre sus escrúpulos y las tentaciones de la pasión, no llegan al extremo de suicidarse. Esperan, y con el tiempo se acomodan a una vida que por un momento creyeron insufrible: transigen con sus escrúpulos; hallan en el ejemplo de los demás una excusa y confianza en la redención futura.

Cuando te digo que ardo en deseos de verme otra vez frente á frente de aquella canalla.... Pues descuida, Reno, que si bien parece que esta vez nos esperan en España más que en Francia, andan las cosas tan revueltas que siempre habrá trabajo en todas partes y para todos los gustos.

El Mediterráneo le inspiraba desprecio, con sus puertos como Alejandría y Nápoles, verdaderos pudrideros de todo el detritus de Europa. «Desde Gibraltar a Suez decía , ladrones a la derecha y a la izquierda. Antes robaban en el mar, y ahora esperan en los puertosSu amistad con Sánchez Morueta, que databa de la infancia, le había proporcionado un retiro en tierra.

2 He aquí como los ojos de los siervos [miran] a la mano de sus señores, [y] como los ojos de la sierva a la mano de su señora; así nuestros ojos [esperan] al SE

El mundo está lleno de gente que no se ocupa en otra cosa, que esperan también que les llegue su turno, y que se ingenian en precipitar el desenlace. Uno de los más desdeñosos de la especie, era entonces el vizconde de Monthélin, muy conocido en la alta sociedad parisiense. M. de Monthélin amaba exclusivamente el amor, y con ello tenía ya un título para con las damas.

La fama no estamos muy acordes los que vamos tras ella en lo que consiste; pero yo puedo asegurar que el fajo de cuartillas que emborrono todos los días, lo emborrono por conquistarla. »Cuando me siento ante la mesa, después de levantarme, me esperan sobre ella una porción de libros. Los que han escrito estos libros quieren que yo los lea. ¿Por qué quieren que yo los lea?

¡Mil doscientas pesetas, Tomás! decía a su hijo, un chicarrón silencioso a quien no interesaba gran cosa lo que no fuese su jardín . ¡Mil doscientas pesetas, cuando yo he conocido a la catedral con más de seis millones de renta! ¿Para qué hay con eso? Malos tiempos nos esperan, y si yo fuese otro, os dedicaría a un oficio, a cualquier cosa, fuera de la Primada.

Le fue negada la interpretación o el examen de los libros sagrados; y para colmo de absurdo, sostuviéronle que en aquel misterio impenetrable que constituye la esencia de todo lo dogmático, están la imposible demostración de la verdad y el encanto de su divina poesía, porque la fe es substancia de las cosas que se esperan, argumento de las cosas que no aparecen .

Pues procuremos ver. Y se encaminó recatada y silenciosamente á la puerta de las Meninas, y con el mismo recato miró al interior. Bajo un farol turbio estaba parado Juan Montiño. ¿Conque le esperan? ¿conque le han citado? ¿quién será ella? dijo Quevedo. Pasó algún tiempo; Juan Montiño esperando, y don Francisco observándole.

Eran semejantes á las rameras de los grandes puertos que esperan á la puerta de sus tugurios. ¿Cómo las dejaban vivir allí?... Sin embargo, los hombres se inclinaban ante ellas como esclavos ó las perseguían suplicantes.

Palabra del Dia

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