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Actualizado: 30 de junio de 2025


Pues aquí tienes la carta, ¡oh venerable y profundo sabio! dijo la Princesa, poniendo en manos del ermitaño el misterioso escrito. Al punto voy a descifrártela, contestó el ermitaño, y se caló los espejuelos, y se acercó a la lámpara para leer. Has de dos horas estuvo leyendo en alta voz en la lengua en que la carta estaba escrita.

Jugaba durante todo el dia y hasta media noche, ora whist, ora veintiuna, y á veces hasta monte con los Españoles, sin prescindir por eso del ajedrez, las damas y demas juegos inocentes. Aquella vieja de espejuelos, bailando como loca y jugando como un Yankee, parecía haber apostado con el tiempo á no dejarse vencer....

Y tenían muchas vacas y muchos elefantes: y cada vez que ve Bebé a su mamá, le echa el bracito por la cintura, o se le sienta al lado en la banqueta, a que le cuente cómo crecen las flores, y de dónde le viene la luz al sol y, de qué está hecha la aguja con que cose, y si es verdad que la seda de su vestido la hacen unos gusanos, y si los gusanos van fabricando la tierra, como dijo ayer en la sala aquel señor de espejuelos.

El hermano se levantó, tomó sus espejuelos engarzados en cuerno, los colocó sobre la nariz, echó mano al paquete de libros, y aproximándose a la ventana que daba al gran patio interior, estuvo largo rato examinándolos. Hermano Gabriel dijo al cabo la tía María . ¿Se le ha olvidado a usted el leer? No, pero no conozco estas letras; me parece que es hebreo.

Por las mañanas toda la familia bajaba al Manzanares, donde Isabelita y Alfonsín se bañaban. El papá había sacado nuevamente a luz su traje de mahón, y con esto, y el sombrero de paja parecía que acababa de venir de la Habana. Resguardados de la luz por espejuelos muy oscuros, sus ojos sanaban rápidamente, gracias al puntual cumplimiento del plan curativo que le había dejado Golfín.

La pobre no pudo dormir, y el día la encontró hecha un ovillo, empapada en sudor frío y temblando de miedo. Entre estos sucesos extraordinarios y la diaria tarea del estudio y la costura, aterrada siempre por la fascinación terrible de los espejuelos de la madre Angustias, pasó Clara cuatro años, hasta que, cumplidos los once, vino Elías por ella y se la llevó á su casa.

Salomé se colgó en la muñeca de la mano izquierda un ridículo, donde puso, además de sus espejuelos, un frasquito de esencia y otras baratijas. ¿Y dejamos aquí á ese joven? dijo Paz, mirando á su hermana con estupor. ¿Cómo? No es posible contestó la del ridículo con espanto. Si queda Clarita en casa.... ¡Qué horror! Hay que llevar con nosotras á ese joven.... Pero ¿qué dirán?...

Descuide usted, amigo, que ya la enmendaremos dijo María de la Paz Jesús. Bien se comprende esa desenvoltura ... las muchachas del día dijo Salomé quitándose los espejuelos, son todas así. Y ya ... como esa Clarita no tiene mala cara ... si ... una carilla así ... desvergonzada y graciosilla ... pues ... aquello no es hermosura.

Luego que se ensartó los espejuelos y los acomodó bien, enganchados en las orejas y apoyados en la nariz, metió la otra mano en el otro bolsillo y saco un papel, ¡pero qué papel! Lo menos tenía una vara. Todos creímos que sería un discurso; pero no, señores, eran unos versos. Entonces, para hablar al Rey o al público o a las autoridades, privaban los malos versos sobre la mala prosa.

En la breve campaña nocturna, sacaba escondido un velo negro, viejísimo, de Doña Paca, para entapujarse la cara; y con esto y unos espejuelos verdes que para el caso guardaba, hacía divinamente el tipo de señora ciega vergonzante, arrimadita a la esquina de la calle de Barrionuevo, atacando con quejumbroso reclamo a media voz a todo cristiano que pasaba.

Palabra del Dia

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