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Actualizado: 25 de junio de 2025


Sólo a trechos descollaban algunos pinos, hayas y encinas. Pronto la oscuridad lo envolvió todo. Aunque no llovía, estaba muy nublado, y él distinguía confusamente los objetos. El silencio era profundo. Lo rompía sólo, de cuando en cuando, tal cual ráfaga de viento suave que agitaba las hojas, o alguna liebre que brincaba o atravesaba corriendo por entre las matas.

Delaberge se volvió y al través de la bruma envolvió en una última mirada las casas grises del pueblo, el estanque en que los cañaverales temblaban, el repliegue del valle en que Rosalinda se escondía y lanzó un profundísimo suspiro.

Y todavía quiso añadir más cuidados a los de Santiago: mandó traer un calorífero y ella misma se lo puso debajo de los pies; después le envolvió las piernas en una manta y le puso en la cabeza una gorra de terciopelo. Los niños revoloteaban en torno de la butaca, acariciándole y dejándose acariciar de su tío.

Vaya, vaya, que es muy tarde dijo con impaciencia la señora que primero se había levantado. Empezaron á ponerse los abrigos. Paco tomó el serenero de una señora, se envolvió la cabeza con él y salió de esta traza á la tienda, donde fué recibido con risas protectoras y benévolas. Las señoras á su vez chillaban y soltaban carcajadas agudas que provocaban á reir.

La tromba subió hasta la cumbre, envolvió completamente la montaña, oscureció cuanto habíamos visto, reproduciendo la noche con sus grandes horrores, y vomitó sus cataratas de granizo menudo y dardos de agua sobre la cima que el sol acababa de dorar con sus lenguas de fuego. Todos volvímos al hotel y solicitamos el sueño.

Al cruzar el vestíbulo y entrar en el corredor que conducía a la habitación de Laura, la atmósfera de aquella casa en que había nacido su gran amor tan súbitamente perdido para siempre, y donde ahora acaso estaba muriendo su dulce rival querida, la envolvió como en una realidad ardiente. Le parecía de cierto modo revivir. La habitación de Laura estaba ahí, a pocos pasos.

¿Pero no está usted enamorado de ella? No , la verdad. ¡Qué cosa más rara! ¿Que tipo tiene? Es así... algo rubia... ¿Y tiene hermosos ojos? No tanto como usted dijo Martín. A Rosita Briones le centellearon los ojos y envolvió a Martín en una de sus miradas enigmáticas. Una tarde se presentó en Hernani el hermano de Rosita. Era un joven fino, atento, pero poco comunicativo.

Mary seguía temblando, hasta que de pronto sus manos abandonaron el teclado y su cabeza fue a posarse en un hombro de Jaime, como un pájaro que abate sus alas. ¡Oh, Richard!... ¡Richard, mon bien aimée! El español vio sus ojos extraviados y su boca llorosa que se ofrecían; sintió en sus manos las manos frías de ella, le envolvió su aliento.

Ea, pues, quedad con Dios, señor Francisco dijo la dueña . No me hallo bien fuera de palacio; es ya tarde y está la noche tan obscura... ¿Os han dicho que llevéis contestación? No, señor. Pues id con Dios, doña Verónica, id con Dios. Voy á mandar que os acompañen. No, no por cierto: vengo de tapadillo; adiós. Dios os guarde. La dueña se envolvió completamente en su manto, y salió.

Así, podía sin dificultad interpretarse el primer movimiento de Magdalena como un impulso de celos revelado también por la involuntaria mirada en que envolvió a la vez a su hermosa prima y a su desesperado novio que iba a dejar al lado de ella. Su padre, para quien nada pasaba inadvertido, se inclinó y le dijo en voz muy baja: misma la has llamado; no ha hecho más que obedecerte.

Palabra del Dia

rigoleto

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