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Actualizado: 3 de junio de 2025


Al fin, yo salí tan bienquisto del pueblo, que dejé con mi ausencia a la mitad dél llorando y a la otra mitad, riéndose de los que lloraban. Ibame entreteniendo por el camino considerando en estas cosas, cuando, pasado Torote, encontré con un hombre en un macho de albarda, el cual iba hablando entre con muy gran prisa, y tan embebecido, que, aun estando a su lado, no me veía.

Yo me iba entreteniendo por el camino considerando en estas cosas, cuando pasado Torote, encontré con un hombre en un macho de albarda, el cual iba hablando entre con muy gran prisa y tan embebecido, que aun estando a su lado no me veía. Saludéle y saludóme; preguntéle dónde iba, y después que nos pagamos las respuestas, comenzamos luego a tratar de si bajaba el turco y de las fuerzas del Rey.

Será á cuenta de los veinte mil que te debo. No; á cuenta, no: será un regalo. que tanto diste á las mujeres, deja que sea yo la primera que costee tus necesidades. ¡Qué lujo! Yo «entreteniendo» al príncipe Lubimoff... Habían ocupado un carruaje, que empezó á descender la cuesta hacia el puerto de La Condamine. ¡Cómo nos mira la gente! dijo Alicia . Van á creer que te rapto.

Por obra de la casualidad se producen a menudo contrastes muy curiosos que parecen chanzas muy pesadas del destino. Sobre la cómoda y debajo del mechero encendido del velón, había un rimero de cartas y periódicos que había puesto yo allí la noche antes para ir entreteniendo con su lectura mis largas horas de vela después que, pasado el ataque de asma, pudo conciliar el sueño mi tío.

Era el mediodía, y todas callaban en lo alto de las ramas, entreteniendo el espíritu en abstractas meditaciones. «¡Fresco y bonito lugar es éste! dijo la pluma erizándose de entusiasmo al verse allí. Aquí quiero pasar toda mi vida, toda, toda, lo repito con seguridad completa de no variar de propósito.

Era de mediana edad, entre los treinta y cinco y los cuarenta, de no mala apariencia, agradable y sonriente el rostro, morena la color, agudas las facciones, sutil la sonrisa, la mirada rebuscona, y no mezquino el cuerpo; vivía de rasurar y rapar, entreteniendo durante el día sus ocios con el puntear de una vihuela morisca que le dejó su padre, ya harto usada por sus abuelos, y cantando como un ruiseñor las alegres canciones de la tierra, y las que él mismo componía, para lo que se daba muy buena gracia; comadreaba a las comadres de la vecindad, y, fuera de esto, las vendía untos y bebedizos, y las leía el sino, y las traía a todas engañadas y pendientes de sus labios; y a tal llegaba la fama de brujo y de hechicero del señor Viváis-mil-años, que más de una vez la Inquisición se había metido en sus asuntos, y había quien se acordaba de haberle visto con coroza y sambenito, luciendo su persona en un auto de fe.

Vivía en un pueblo cercano, casado con la mujer que le impulsó a matar por vez primera, rodeado de hijos, paternal, bondadoso, fumando cigarros con la Guardia civil, que obedecía órdenes superiores, y cuando a raíz de alguna hazaña había que fingir que le perseguían, pasaba algunos días cazando en el monte, entreteniendo su buen pulso de tirador.

En cuanto a Enrique IV, mirábale después del descubrimiento de los manejos ingleses con prevención, y tras de la paz de Vervins como inútil y aun perjudicial á sus intereses . No era el Rey quien le llamara maestro de cuentos: la frase debía proceder de un ofendido ó de un chusco, á juzgar por la respuesta: «Que no es malo saber cuentos, pues que enseñan entreteniendo; que cuando el que le criticaba supiera muchos, sabría más que ignorándolosSin embargo, los cuentos ó las indiscreciones granjearon á Antonio Pérez enemigos mortales en las familias de Guisa y de Montpensier, sin contar los de menos altura.

Faraón, que era uno de los del juego, llamado desta suerte porque pedía con plagas a las puertas de las iglesias, y el Sargento, nombrado así porque tenía un brazo menos , le dijeron que los dejase jugar su excelencia, que estaban picados; que después harían lo que les mandaba; viniéndose el Duque con el Marqués de los Chapines, que era un pobre que andaba arrastrando , y de la cintura arriba muy galán, y estaba entreteniendo las damas, diciendo: Con vusía me vengo, que está más bien parado.

En los caminos y las montañas se veían filas de mocetones despechugados, con la cabeza descubierta, un palo en la mano y una mochila alpestre á la espalda, entreteniendo sus ocios con excursiones de placer que tal vez eran al mismo tiempo de previsor estudio. Todos ellos procedían del otro hemisferio.

Palabra del Dia

rigoleto

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