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Actualizado: 17 de julio de 2025


Mi madre tornó a ocuparse en ensartar las muelas, y mi padre fue a rapar a uno así lo dijo él , no si la barba o la bolsa; yo me quedé solo, dando gracias a Dios que me hizo hijo de padres tan hábiles y celosos de mi bien. A otro día ya estaba comprada cartilla y hablado al maestro. Fuí, señor, a la escuela; recibióme muy alegre, diciendo que tenía cara de hombre agudo y de buen entendimiento.

Era de mediana edad, entre los treinta y cinco y los cuarenta, de no mala apariencia, agradable y sonriente el rostro, morena la color, agudas las facciones, sutil la sonrisa, la mirada rebuscona, y no mezquino el cuerpo; vivía de rasurar y rapar, entreteniendo durante el día sus ocios con el puntear de una vihuela morisca que le dejó su padre, ya harto usada por sus abuelos, y cantando como un ruiseñor las alegres canciones de la tierra, y las que él mismo componía, para lo que se daba muy buena gracia; comadreaba a las comadres de la vecindad, y, fuera de esto, las vendía untos y bebedizos, y las leía el sino, y las traía a todas engañadas y pendientes de sus labios; y a tal llegaba la fama de brujo y de hechicero del señor Viváis-mil-años, que más de una vez la Inquisición se había metido en sus asuntos, y había quien se acordaba de haberle visto con coroza y sambenito, luciendo su persona en un auto de fe.

Vamos ahora a rapar estas dueñas, que a la vuelta yo le prometo a vuestra merced, como quien soy, de darme tanta priesa a salir de mi obligación, que vuestra merced se contente, y no le digo más. Y don Quijote respondió: -Pues con esa promesa, buen Sancho, voy consolado, y creo que la cumplirás, porque, en efecto, aunque tonto, eres hombre verídico.

Conocía a don Íñigo y a su hija desde una mañana en que fue llamado a presenciar, en medio del corral, la quema de los libros arábigos. Su padre había muerto heroicamente, como capitán de arcabuceros, en la guerra de Flandes. Era de aventajada estatura. Los ojos grandes y algo salientes. Los cañones de la barba, casi siempre a medio rapar, daban un tinte azul a toda la parte baja del rostro.

Su hermano D. Carlos vivía en una casa de trapo viejo. ¡Jesús! ¡Córcholis! Y qué cosas se ven por esas tierras.... Yo también me buscaré una casa de trapo viejo. Y después tuvo que ser barbero para ganarse la vida y poder estudiar. Miá ... yo tengo pensado irme derecho a una barbería.... Yo me pinto solo para rapar.... ¡Pues soy yo poco listo en gracia de Dios!

Venid mas bien conmigo al chirivitil del barbaro español, que hallareis en cualquier entresuelo de casa vieja ó en una tienda que da sobre la calle. Si no teneis barba que rapar no importa: entrad siempre y os divertireis, conociendo un interesante tipo español. Todo barbero charla sin cesar: eso es trivial y universal.

La corte estaba de etiqueta mayor, con siete túnicas y la cabeza acabada de rapar.

Palabra del Dia

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