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Actualizado: 15 de mayo de 2025


Sin embargo, dijo: Es pública voz y fama que se han dado bebedizos al rey. Mientras se hace la comida de su majestad, nadie levanta una cobertera que yo no lo vea, nadie echa una especia que yo no examine; tengo hasta la sal guardada bajo llave. Pero su majestad come y bebe con mucha frecuencia en las Descalzas Reales. ¡Religiosas!

Era de mediana edad, entre los treinta y cinco y los cuarenta, de no mala apariencia, agradable y sonriente el rostro, morena la color, agudas las facciones, sutil la sonrisa, la mirada rebuscona, y no mezquino el cuerpo; vivía de rasurar y rapar, entreteniendo durante el día sus ocios con el puntear de una vihuela morisca que le dejó su padre, ya harto usada por sus abuelos, y cantando como un ruiseñor las alegres canciones de la tierra, y las que él mismo componía, para lo que se daba muy buena gracia; comadreaba a las comadres de la vecindad, y, fuera de esto, las vendía untos y bebedizos, y las leía el sino, y las traía a todas engañadas y pendientes de sus labios; y a tal llegaba la fama de brujo y de hechicero del señor Viváis-mil-años, que más de una vez la Inquisición se había metido en sus asuntos, y había quien se acordaba de haberle visto con coroza y sambenito, luciendo su persona en un auto de fe.

No se sabía si era cristiano, o judío, o moro; pero él escapaba tan bien que mal de sus empeños con la Inquisición y con la justicia, y continuaba rasurando y trasquilando, rasgueando y cantando, haciendo de sus bebedizos y de su brujería industria, y estimado y querido de la vecindad y allende.

La gente murmuraba que el comendador había empleado su sangre para mágicos bebedizos. Don Príamo quería volver a la juventud: ansiaba reanimar con fuego vital sus fuerzas pasionales.

Es mujer de mala vida, y de malas costumbres, y de malos hechos, y tiene entretenidos á un tiempo al duque de Lerma y á don Rodrigo Calderón. Es hija de padres desconocidos, según he podido averiguar, y para asegurarse del amor de esos dos hombres, se vale de bebedizos y otras artes reprobadas.

El médico del pueblo, único que se burlaba de brujas, bebedizos y de la credulidad de la gente, hablaba de separarles como único remedio. Pero los dos siguieron unidos; él cada vez más decaído y miserable; ella engordando, rozagante y soberbia, insultando a la murmuración con sus aires de soberana.

Palabra del Dia

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