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Actualizado: 25 de noviembre de 2025


Libróle al fin el risco y el barranco, O por mejor hablar, el Poderoso; De la muerte á la vida dió un gran tranco, Contándose despues por muy dichoso. Mas un pueblo que llaman Anco Anco, Aquí hizo su fin muy lastimoso, Que un cerro encima dél vino cayendo, Y debajo la gente de él cogiendo.

Cerca de la chimenea, que era un verdadero horno, una señora de mediana edad y cuyas facciones acusaban fuertemente el tipo criollo, se hallaba sepultada en un gran sofá lleno de plumazones, cojines y almohadillas de todos tamaños. Un trípode de forma antigua, encima del cual había un brasero encendido, estaba colocado á su alcance, y aproximaba á él por intervalos sus manos pálidas y flacas.

Examinaba embebido las tristes murallas que se elevaban a mil pies de altura, cortadas a pico, por encima de los pinos que lo rodeaban; el cielo cubierto de amenazadoras nubes, y más abajo el valle que se hundía ya en la sombra, cuando oyó de repente que lo llamaban. Un jinete ascendía poco a poco por el camino.

En cuanto tuvo junto a a Bonis, le plantó un pie encima, un pie sin zapato, calzado con media de seda. ¡Nene dijo acercándole la cara al oído , apestas a colonia! Y le azotó un tobillo, por encima del pantalón, con el pie descalzo. Bonis se ruborizó no por lo del pie, sino por lo de la colonia; aquel olor era el rastro de su esclavitud doméstica.

En el buque de enfrente también se destacaba el brillo de los cobres y las figuritas de los músicos, puestos en círculo en la última cubierta. Cuatro trompetas larguísimas, cuatro tubos semejantes a los que guiaban la marcha de los legionarios romanos, abrían sus bocas doradas por encima de las cabecitas, y en los intervalos de silencio llegaba hasta el Goethe su lejano rugido.

Los cañones estaban encima de sus cabezas: temblaría la bóveda como la cubierta de un buque cuando disparan sobre ella.

Los disparos de fusil no cesaban, pero arreciaba la lluvia de flechas. Veíaselas atravesar los aires y caer en los alrededores de la casa, y algunas de ellas en el techo. ¡Tío! exclamó a poco Hans con voz angustiosa . ¡No podemos resistir más! ¡El techo está ardiendo! ¡Maldición! gritó, rabioso, Van-Stael. ¡Vamos a morir asados! gritó Cornelio . ¡Huyamos, o la casa ardiendo se nos caerá encima!

Su alma noble y su espíritu elevado se cernían por encima de las miserias de su condición material; pero si empleaba una gracia sonriente en su ruda labor, una vez acabada su tarea huía de las mezquindades de lo vulgar para empaparse en las fuentes eternas del Ideal, de la Poesía y del Arte.

Algo siniestro, espantoso, flotaba por encima de su resignación, sin que él mismo se atreviese a definirlo. ¡Cuán distintas fueron sus impresiones al salir de aquella casa! Había entrado pocos momentos antes indiferente, frío, con el espíritu desmayado y el paso vacilante.

Y todo por darse el gusto, la muy bruta, de vivir en Madrid, de ser señora, de mirar por encima del hombro a las pobres traperas... ¿No era la industria de sus padres tan respetable como otra? Pagamos contrebución, Isidrín, como cualsiquiera de los que tien tienda en la calle de Postas. No hay mas que ver lo que se nos lleva el Ayuntamiento por la licencia: un porción de dinero.

Palabra del Dia

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