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Actualizado: 4 de mayo de 2025
Más allá, un viejo, de capote antes negro y ahora tornasol, cofrade de la Vela Perpétua, hermano de la Tercera Orden de San Francisco; el panadero de flamante azulada camisa, faja purpúrea, flecada de blanco, y sombrero a lo terne; unos rancheros, muy orondos con la calzonera de pana y el sombrero galoneado; unas lavanderas, que hacían ruido de huracán con sus enaguas tiesas; unos gachupincillos, vendedores de ropa o dependientes de «El Puerto de Vigo», inocentones, recién llegados, toscos de pies, mirando a todos con airecillo protector; una media docena de pisaverdes villaverdinos, jinetes en buenos caballos, y al fin, solo, en el overo acabado de comprar, el hijo del alcalde.
Ella azotaba la lana con vigor y la falda subía y bajaba a cada golpe con violenta sacudida, dejando descubiertos los bajos de las enaguas bordadas y muy limpias, y algo de la pantorrilla. El Magistral seguía con los ojos los movimientos de la faena doméstica, pero su pensamiento estaba muy lejos.
Adelantó los pies, luego las manos, hacia la hoguera; sacudió las enaguas, con objeto de enjugarlas por igual, y finalmente, sentose en el suelo a la turca para mejor gozar del fuego, que contempló fija y absorta, oyéndole crujir y viendo los troncos pasar de color de brasa al negro. ¿Don Ignacio? dijo de pronto ¿Lucía? ¿A que no sabe usted lo que estoy pensando? Usted dirá.
Concluídos los Padre-nuestros, D. Álvaro se hincaba de rodillas en el suelo, y las mujeres se levantaban para hincarse también, con un rozamiento de enaguas que infundía siempre en el corazón de Laura la especial satisfacción que proporciona una tarea concluída. El rosario iba á terminarse.
Una mañana entró Sabel a la hora de costumbre con las jarras de agua para las abluciones del presbítero, que, al recibirlas, no pudo menos de reparar, en una rápida ojeada, cómo la moza venía en justillo y enaguas, con la camisa entreabierta, el pelo destrenzado y descalzos un pie y pierna blanquísimos, pues Sabel, que se calzaba siempre y no hacía más que la labor de cocina y ésa con mucha ayuda de criadas de campo y comadres, no tenía la piel curtida, ni deformados los miembros.
Una bota de piel bronceada andaba por debajo de la mesa, mientras su pareja se había subido a la consola. Un libro de cuenta de lavandera estaba abierto sobre el velador mostrando apuntes de letra de mujer:Chambras 6; enaguas 14, etc... El velador era de hierro con barniz negro y flores pintadas.
Ella fue quien reconstruyó la iglesia, ella quien mantenía la botica del presbiterio a cargo de Paulina, la sirvienta del cura, ella quien, dos veces por semana venía en su gran landó, cubierto de vestiditos de niños y gruesas enaguas de lana, a buscar el abate Constantín para salir a caza de pobres, como ella decía. El anciano sacerdote continuó su camino pensando en todo esto.
Presentía el infortunado que las chambras jamás deben confundirse con las enaguas. D.ª Carolina acudió generosamente al socorro de aquella desgracia. Los hombres no entienden nada de nuestra ropa, muchacha, y además, mirando por los cristales del escaparate no es fácil distinguir lo que se compra. Timoteo le dirigió una mirada de carnero moribundo agradeciendo el cable de salvación.
Carola, afinando su astuta perversidad, se había desabotonado por completo el cuerpo del vestido, deslazándose, además, la cinta de las enaguas, como si tuviera la ropa en tal desorden antes que llegara Frasquita, y al mismo tiempo, encarándose con ella, decía: ¿Pero es usted su mujer? ¡Jesús, qué antigua! Diga usted, señora, ¿qué sucedió el Dos de Mayo?
Al entrar en la Puerta del Sol, cruzaba muy poca gente; algunos carruajes, cuyos aurigas parecían envoltorios de paño pardo; algunas mujeres remangando con la coquetería que permitían las circunstancias, sus blancas enaguas, y dejando ver esbozos de pies fantásticos y perfiles de pantorrillas reales.
Palabra del Dia
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