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Actualizado: 9 de junio de 2025


De tal suerte que el mísero ser humano vive en el mundo como el pájaro en el bosque, afinando la vista y el oído para huir ante la sombra más fugaz y al menor ruido. El egoísmo es la esencia del mundo, es su mismo sostén y jamás podremos guardarnos bastante los hombres los unos de los otros. «El hombre es el lobo del hombre», ha dicho con razón Hobbes.

A continuación venían los hombres de armas, los navegantes de espada, con la cabellera al rape y el perfil de pájaro de presa, todos vistiendo armadura de negro acero y algunos con la blanca cruz de Malta. De retrato en retrato, los rostros se iban afinando, sin perder la frente abombada y la nariz imperiosa de la familia.

No bailes tanto, que me dueles... ¡Cuidado, que te me rompes, que te me rompes!... ¡Qué cosas pienso! Cuando estoy despabilada y paso toda la noche afinando el pensar, hasta se me figura que me entra talento... Y vamos a ver, ¿por qué no he de tener yo talento? que lo tengo. Eso, antes que los demás, lo conoce la misma persona que lo tiene. No, mamá mía, no has echado tontos al mundo.

¡María de la !... ¡Mariquilla!... Era el mismo acento dulce y suplicante que al verse en la reja, y sin saber cómo, volvió ella sobre sus pasos, acercándose tímidamente, fijando su mirada lacrimosa en los ojos de su antiguo novio. También él estaba triste. Una gravedad melancólica parecía darle cierta elegancia, afinando su áspero exterior de hombre de lucha. María de la murmuró.

El mozo de aquella sala, que estaba afinando una guitarra, dejó el instrumento, limpió la mesa de Reyes y le preguntó si quería el Jerez y los bizcochos. ¡Qué bizcochos!, no, amigo mío. Botillería, eso tomaría yo de buena gana. Tengo el gaznate hecho brasas.... El mozo sonrió compadeciendo la ignorancia del señorito. ¡Botillería a aquellas horas! Ya ve usted... botillería a estas horas....

Carola, afinando su astuta perversidad, se había desabotonado por completo el cuerpo del vestido, deslazándose, además, la cinta de las enaguas, como si tuviera la ropa en tal desorden antes que llegara Frasquita, y al mismo tiempo, encarándose con ella, decía: ¿Pero es usted su mujer? ¡Jesús, qué antigua! Diga usted, señora, ¿qué sucedió el Dos de Mayo?

Palabra del Dia

rigoleto

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