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Actualizado: 9 de noviembre de 2025
Ese, decía, es de los nuestros. Monta á caballo como el viejo Pew, que nos ha educado; es incansable andando; maneja la carabina y el cuchillo; ha pescado en los grandes lagos... ¿Por qué, con tu dinero, no has encontrado un muchacho vigoroso como el conde Cristián, en lugar de buscarte ese bicho de Sorege? Puesto que Julio Harvey y Cª. pagan el dote que tu quieres, debías haber escogido lo mejor.
Como el platonismo, en punto a terrenales afectos, no es eterno, llegó un día en que el galán, cansado de conversar con las estrellas en la soledad de sus noches, se espontaneó con la madre, y ésta, que había aprendido a estimar al español, le dijo: Mi Carmen te llevará en dote una riqueza digna de la descendiente de emperadores.
Era la niña mimada de los maridos en perspectiva, que en mis hermosos ojos, veían brillar mi dote; la niña mimada de los bailarines, a quienes mi coquetería divertía, y confieso en voz baja, muy baja, que sentía una felicidad inmensa en jugar con los corazones y en metamorfosear las cabezas en veletas. ¡Oh, coquetería, qué encanto en cada letra de tu nombre!
Y al comprender esto sentí al mismo tiempo celos y remordimientos. Celos porque no era yo el hombre a quien ella amaba. Remordimientos porque, elevando su educación, había elevado su espíritu, la había aumentado sus aspiraciones, y la había hecho por consecuencia infeliz. Porque a pesar de su magnífica hermosura, ni tenía nombre ni dote. Amparo era una expósita; Amparo sólo tenía necesidades.
Aunque sea destrozando el corazón de otra... Qué importa... Es la lucha por la vida... Lucha horrible... Pero permitida. ¿Por qué, desgraciada?... Por el instinto de la dicha... ¿Es ésta, acaso, un monopolio de las jóvenes que tienen dote? ¿Somos tan felices?... Vuestra felicidad es insolente... ¡Ah! Francisca dije enternecida.
A menudo se me antoja que la vocación me acude, sobre todo al ver los peligros que rodean a una infeliz criatura desvalida y tonta como yo. Pero, en fin, aunque tonta, yo no quiero ser ingrata con doña Inés, que me guía por el mejor camino y que me va a pagar el dote para entrar en el claustro. ¿Y qué ingratitud sería la tuya? ¿En qué ofenderías a doña Inés si me quisieses?
Y aunque Gonzalo advertía con cierto disgusto que debía de haber en aquella adoración más deseo de la dote que verdadero amor, procuraba lisonjearla hablándola de sus pretendientes. Ella rehuía la conversación con silencio obstinado, sonriendo vagamente para no dejar traslucir su pensamiento; hasta que al cabo se veía precisado a hablarle de otra cosa.
En las pequeñas poblaciones es cosa corriente que la joven de buena familia, sin dote o con uno muy pequeño, participe de la educación y de los placeres de las muchachas ricas: piano torturado, pintura profanada, fútiles trabajos de aguja de los que enseñan a una joven a apasionarse por lo superfino cuando no tiene siquiera lo necesario...
Había acabado la carrera aquel año y su propósito era casarse cuanto antes con una muchacha rica. Ella aportaría el dote y él su figura, el título de médico y sus habilidades flamencas. No era tonto, pero la esclavitud de la moda le hacía parecer más adocenado de lo que acaso fuera.
El acidaque es la dote ó la carta dotal. Si estás contenta, calla y no respondas, y tu callar es señal cierta que concedes y estás contenta; y si no lo estás, habla y di lo que te parece y está bien. Si á todo esto calla, su callar es otorgar, y si despues de tiempo habla y dice que no sabia que el callar era otorgar, no le es de provecho, ni será creida.
Palabra del Dia
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