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Actualizado: 1 de junio de 2025


Hécuba, la desventurada esposa de Príamo, la madre sin hijos, la reina esclava, no tuvo nunca el corazón tan desgarrado como lo tenía en aquellos momentos el infeliz cocinero de su majestad el rey don Felipe III. Cuando salieron del alcázar, continuaba lloviendo ni más ni menos que como tres días antes de entrar don Juan Girón en Madrid. Montiño no sintió la lluvia.

Tres días ha que no parecen él, ni el rocín, ni la adarga, ni la lanza ni las armas. ¡Desventurada de !, que me doy a entender, y así es ello la verdad como nací para morir, que estos malditos libros de caballerías que él tiene y suele leer tan de ordinario le han vuelto el juicio; que ahora me acuerdo haberle oído decir muchas veces, hablando entre , que quería hacerse caballero andante e irse a buscar las aventuras por esos mundos.

Básteme, sobre todo, la gloria de haber sido acaso el primer ser humano que ha visto con toda claridad en tu frente el signo que Dios puso en ella, señalándote así para que honres, prosperes y ensalces a tu pueblo, y para que venzas y domines a los otros. »Adiós. No me llores por desventurada. ¿Por qué no confesártelo? Estoy orgullosa y soy dichosa por mi propia falta.

El Caballero del Azor fue llevado en triunfo a palacio e introducido en la regia cámara. El rey, informado de todo el suceso, ansiaba verle, y más lo ansiaba aún su noble y desventurada hermana, la infanta doña Ximena, que estaba con el rey en aquel momento. Caballero del Azor dijo la infanta antes de que el rey hablase ¿por qué llevas un azor esmaltado en la rodela?

Lo que nos pasa con los Estados Unidos, á cuya independencia y formación contribuímos un poco, se parece á la más desventurada aventura de Simbad el Marino, que aupó sobre sus hombros al endiablado vejete para que cogiera los frutos en los hermosos árboles de su fértil isla, y el vejete endiablado no quería luego apearse, y seguía montado en Simbad, insultándole y procurando ahogarle para mostrar su agradecimiento.

No, no; escucha dijo el bufón ; es necesario que escuches: es necesario que conozcas el infierno que arde en mi alma... es necesario que lo conozcas para que comprendas que, á pesar de lo que acontece, de lo que te desespera, de lo que te hace creerte la más desventurada de las criaturas, tu infierno, comparado con el mío, es la gloria; tu amargura, comparada con la mía, es miel; tu desgracia, comparada con la mía, es una ventura envidiable.

El caballo que debía haber llegado á Madrid con su jinete, es decir, con el venturoso que de tal modo os hace desventurada, antes del medio día, llegó á la noche; Francisco Martínez Montiño, que debió haber estado en su casa, y recibido á su sobrino postizo á la hora de la cena del rey, estaba dando un banquete de Estado al duque de Lerma. Las circunstancias eran además gravísimas.

No se había consolado aún la desventurada señora de la pena que el desatino de su hija le causara, y se pasaba las horas lamentándose de su suerte, cuando entró en quintas Antoñito. La pobre señora no sabía si sentirlo o alegrarse. Triste cosa era verle soldado, con el chopo a cuestas: al fin era señorito, y se le despegaba la vida de los cuarteles.

»¡Y dejará esta vida y se eclipsará sin haberme pertenecido! ¡Y el día del Juicio, el arcángel que ha de llamar a Magdalena para convertirla en un serafín como él no le dará mi nombre!... »¡Desventurada Magdalena! Ya va viendo acercarse a su ocaso el sol de su existencia y empiezan a asaltarla tristes presentimientos.

, era ella, señor dijo el bufón tratando por la primera vez al rey con respeto, como si no hubiese querido unir nada trivial á lo solemne de aquel recuerdo ; era ella, que nació, la desventurada, en las primeras horas del día de santa Dorotea. El bufón inclinó la cabeza y se detuvo un momento.

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