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No hace todavía diez minutos que llegué con el furgón a casa del tío Cuny. «No vayas al Donon me dijo , pues hace una hora que se ve el cielo rojo por ese lado... Seguramente allí arriba se están pegando de firme.» «¿Usted creecontesté . «A fe mía, .» «Entonces voy a mandar a Joson de explorador, para saber algo, y mientras tanto beberemos unas copasPues bien, apenas había salido Joson, oigo unos gritos de dos mil demonios: «¿Qué es eso, Cuny?» «No » me respondió . Empujamos la puerta y vemos lo que pasaba: «¡Eh! exclamó el contrabandista ; somos nosotros los que tenemos el fuego en casaSalto sobre mi Fox, y en marcha. ¡Qué suerte!

¿De qué demonios se ríe usted? De cuatro convidados, al figurármelos en torno de cierta mesa... Y volví a soltar la carcajada, pensando en la ridícula derrota del formidable y malparado trío. Y como habrá observado el lector, cumplí mi palabra y no disparé hasta que mis enemigos rompieron el fuego.

Daban voces grandes, diciendo: ¡Demonios de hombres! ¿Dónde vais? ¿Venís desesperados? ¿Qué queréis, ahogaros y haceros pedazos en estas ruedas? ¿No te dije yo, Sancho -dijo a esta sazón don Quijote-, que habíamos llegado donde he de mostrar a llega el valor de mi brazo?

Pensó no ver nada y vio algo que de pronto le impresionó, una mujer bonita, joven, alta... Parecía estar en acecho, movida de una curiosidad semejante a la de Santa Cruz, deseando saber quién demonios subía a tales horas por aquella endiablada escalera.

Aquella Clorinda, generala de mil demonios, era una verdadera mujer, que con sólo breves minutos de conversación había perturbado á Castro y tal vez acabase por quebrantar la vida dulce, sin placeres violentos pero sin tristezas desesperadas, que llevaban los huéspedes de Villa-Sirena.

La techumbre se vino abajo estruendosamente, aquella erguida techumbre que los vecinos miraban como un insulto, y del enorme brasero subió una columna espantosa de chispas, á cuya incierta y vacilante luz parecía gesticular la huerta con fantásticas muecas. Las paredes del corral temblaban sordamente, cual si dentro de ellas se agitase dando golpes una legión de demonios.

Recordarle en tales momentos antiguos títulos de amistad, era todo nuestro afán, y hallar su memoria accesible á los evocados recuerdos, el mejor negocio para nosotros, condenados á fumar anís á pasto, y, lo que aún era peor, los pitillos de cinco al cuarto que vendía Godos en la subida de los Remedios; pitillos que transcendían á demonios desde media legua, y lo mismo tumbaban chicos que cañas un vendaval recio.

¡Reendino! exclamó con trágico furor la maja, soltando á Clara y echando rápidamente mano á la cintura, de la cual sacó una navaja, que esgrimió con el donaire y la presteza de un matutero. ¡Saco e demonios! dijo el otro, enarbolando el palo.

Así nos pinta, como en bosquejo, los esfuerzos de los hombres y de los demonios para apartarle de sus intentos; mas todo se desvaneció, porque cuando Dios le llamaba, ni persuasión de razones, ni terror de peligros, ni embarazos que se le atravesasen, eran poderosos para apartarle de sus intentos.

38 Y aquel hombre, de quien habían salido los demonios, le rogó para estar con él; mas Jesús le despidió, diciendo: 39 Vuélvete a tu casa, y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo. Y él se fue, predicando por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús con él. 40 Y aconteció que volviendo Jesús, le recibió la multitud; porque todos le esperaban.