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Del calabozo de abajo, como si provinieran de un subterráneo, llegaban los ruidos con que delataba su existencia un bruto de la montaña, a quien iban a ejecutar de un momento a otro por un sinnúmero de asesinatos.

La blancura de su cutis se delataba al avanzar un brazo fuera de la manga ó al entreabrirse el escote; pero esta blancura estaba borrada en el rostro por una máscara rojiza. Su belleza vigorosa arrostraba sin miedo el sol y el hálito del mar. Un triángulo escarlata cortaba la dulce curva de su pecho, marcando el escote del vestido.

»La letra estaba desfigurada; pero así y todo, yo veía en aquellos renglones contrahechos, sobre la fina superficie del papel, un cierto tufo diabólico, un rastro que me delataba una mano conocida que no acababa yo de descubrir. »Pero allí constaba todo, ¡todo! ¡Y con qué astucia más infernal! El móvil de la carta parecía ser un hermoso sentimiento de cariño a los dos enamorados.

El Indio converso era capaz de haber corrido todas las parroquias de Madrid para convencer a su protector de que albergaba una pareja pecadora, entregada a la concupiscencia de la carne. El gesto del señor Vicente delataba su repugnancia a vivir en contacto tan inmediato con el pecado. Maltrana se enfureció ante estos escrúpulos.

Manos habilísimas tocaban en él una redoma muy aplaudida, «La caída de las hojas», música soñadora y lánguida que delataba un ejecutante melancólico. Me detuve cerca de una reja. Entonces pude columbrar el interior: gracioso jardín, amplios y frescos corredores, pretiles llenos de macetas con rosales, camelias y azaleas, jaulas y jaulitas, una pajarera llena de canarios que cantaban regocijados.

A principios de 1593, el tribunal de la Inquisición recibió un largo escrito, en el cual se delataba á D. Luís como culpable del delito de herejía y judeismo, delito que había permanecido oculto é impune hasta entonces, haciéndose la delación tan en forma, tan detallada y minuciosa y con tan marcadas y expresas circunstancias, que los del Santo Oficio tomáronla por buena, y holgándose del servicio que á la religión iban á prestar, presentáronse en casa del teniente de Asistente, y con gran sorpresa suya, lo arrancaron del lado de su esposa, doña Jerónima Monardes, hija del famoso médico, y dieron con él en las cárceles del castillo de Triana.

La otra hermana era también joven, acaso más que ella, más baja también, rostro blanco, de cutis transparente que delataba un temperamento linfático, los ojos zarcos, la dentadura algo deteriorada. Por la pureza y corrección de sus facciones y también por la quietud parecía una imagen de la Virgen.

Delataba con su malicia senil un pasado de luchas en la huerta, de emboscadas y astucias, un completo desprecio por la vida de sus semejantes. El maestro, temeroso de que esto quebrantase la moral de su gente, cambiaba el curso de la conversación hablando de Francia, el gran recuerdo del tío Tomba. Era tema para muchas horas. Conocía aquel país como si hubiese nacido en él.

Al pie de la pieza más próxima se erguía, con el tirador en las manos, un artillero de cara impasible. Debía estar sordo. Su embrutecimiento facial delataba cierta autoridad. Para él, la vida no era mas que una serie de tirones y de truenos. Conocía su importancia. Era el servidor de la tormenta, el guardián del rayo. ¡Fuego! gritó el sargento. Y el trueno estalló á su voz.

Sus ojos, unos ojos de loca, con el estrabismo de las frecuentes crisis, eran lo único que aún delataba la extinta hermosura. En el lecho inmediato vio a una jovencita que llevaba envuelto el pelo en un pañuelo rojo y abrigados los hombros con una chaquetilla color de manteca.