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Actualizado: 3 de junio de 2025
Sí que lo entiendo; pero no es noticia para mí. ¿Cuántos siglos hace que estáis... en eso? ¡Dale, la muy taimada!... ¿No te he dicho que, por fin, se de-ci-dió ya? ¿Lo quieres más claro? ¿Quieres decir que os vais a casar en seguida? Eso mismo. ¡Acabaras! Aquí un ratito de silencio. Cierta inquietud en Sagrario. Miradas investigadoras en su amiga, envueltas en sonrisas maliciosas.
-Ya te entiendo, Sancho -respondió don Quijote-: tú mueres porque te alce el entredicho que te tengo puesto en la lengua. Dale por alzado y di lo que quisieres, con condición que no ha de durar este alzamiento más de en cuanto anduviéremos por estas sierras.
Si hubiera caído en mis manos, en vez de caer en las de ese simplín, ¡qué facetas, Dios mío, qué facetas le habría tallado yo!... Y sigue el traqueteo allá dentro. Parece que arrastran muebles... Bien, muy bien, dale duro. Para cosas del corazón, sudar, sudar. ¡Ay qué contento estoy hoy! Tiempo hacía, compañero, mucho tiempo hacía que no te sentías tan feliz como te sientes hoy.
¡Buen par de chiflados estáis los dos! dijo para sí D. Evaristo mirando con curiosidad el portillo que en la dentadura tenía Refugio. ¡Dale, bola!... replicó Maxi . Si no es eso... Yo, ¿soy yo?... ¿me reconozco como tal yo en todos mis actos? No, yo no soy más que un accidente del concierto total; yo no me pertenezco, soy un fenómeno.
Cuando sabe que se han marchado, alborota la cocina á berridos, dale su padre un par de guantadas, interpónense el seminarista y su madre, apágase la lumbre, oscila la luz del candil, dormita la moza, maya perezoso el gato, cáesele la pipa más de una vez de la boca al tío Jeromo, habla torpe sobre los fenómenos de la luz el seminarista; y cuando los relinchos de los marzantes se escuchan lejanos, hacia el fin de la barriada, desfila al paso tardo y vacilante la familia del tío Jeromo á buscar en el reposo del lecho el fin de tan risueña y placentera velada.
No lo quiera Dios, Arráez; Ya eres libre. ARR. ¡Oh gran Narváez! Hoy vive mi honor por ti. Dame esos pies. NARV. Vete luego. Páez. Sale PÁEZ, soldado. PÁEZ. Señor. NARV. Dale a este moro Su caballo y armas. ARR. Lloro. De alegría. PÁEZ. Ya lo entrego. ARR. Yo te enviaré mi rescate, A fe de hidalgo. NARV. Con celos No quieran, moro, los cielos Que yo en la prisión te mate.
Afirma y sostiene grandes absurdos, y vaya usted a contradecirle.... Temo mucho que se me vuelva maniático; que se desquicie su cerebro.... ¡Si viera usted cuán triste y caviloso se me pone a veces!... Y coge un tema, y dale que le darás, no lo suelta en una semana. Hace días que no sale de un tema tan gracioso como original. Ha dado en sostener que la Nela es bonita.
Terrible y triste cosa me parece escribir lo que no ha de ser leído; empero más ardua empresa se me figura a mí, inocente que soy, leer lo que no se ha escrito. ¡Mal haya, amén, quien inventó el escribir! Dale con la civilización, y vuelta con la ilustración. ¡Mal haya, amén, tanto achaque para emborronar papel! A bien, Andrés mío, que aquí no pecamos de ese exceso.
La ociosidad, lo mucho que te has divertido y el esplín inglés te ponen así. Y yo te juro que te aburrirás más si no vuelves a Dios tus miradas. Haz lo que yo, Manolo; dale un puntapié al mundo; hazte chiquito para ser grande; bájate para subir. Tú ya no eres pollo; tú no te has de casar ya.
Pero a mi vez el demonio de la locura me arrastró tras aquel ¡y dale! burlón, a una pregunta que nunca debiera haber hecho. Oigame, María Elvira me incliné: ¿Vd. no recuerda nada, no es cierto, nada de aquella ridícula historia? Me miró muy seria, con altivez, si se quiere, pero al mismo tiempo con atención, como cuando nos disponemos a oir cosas que a pesar de todo no nos disgustan.
Palabra del Dia
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