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Actualizado: 25 de mayo de 2025


La sombra de una de las cortinas de la enredadera, que flotaba al influjo del aire, escondió en este instante el rostro de Sol. ... merece que yo ponga en sus manos, para que me la enseñe al mundo a su lado y me la proteja, la joya de la casa con que ha sido Juan Jerez tan bueno. Aquí la cortina flotante de la enredadera cubrió con su sombra el rostro de Lucía. Juan....

52 Hizo salir a su pueblo como ovejas, y los llevó por el desierto, como un rebaño. 53 Y los pastoreó con seguridad, que no tuvieron miedo; y el mar cubrió a sus enemigos. 54 Los metió después en los términos de su santidad, en este monte que ganó su mano derecha.

Así que dejó caer el brazo desesperadamente sobre la cama con señales de abatimiento. Á los pocos instantes sintió un ligero temblor de frío, y dulce y lentamente atrajo la ropa y se cubrió la mitad del cuerpo. Después fijó los ojos en un punto del espacio, los puso más tarde en blanco, cerrólos por último y nos parece que volvió á dormirse.

La criada no entendió una palabra de su discurso, pero adivinó bien esta vez la sustancia, y se retiró. Don Roque se dejó caer, en efecto, sobre el lecho. Se cubrió con la ropa hasta la cintura, y reclinando la espalda contra las almohadas, tomó el vaso de ponche y lo acercó a los labios. Al instante echó de ver que existía deficiencia en una de las bases.

Puede ser... puede ser... , es verdad; que queréis... ¡soy tan infeliz! Y la pobre Dorotea se desplomó, lloró y se cubrió el rostro con las manos. ¿Y queréis que no tenga remordimientos? No los tengáis. ¡Os he hecho desgraciada, sin poderlo evitar!... ¿La amábais?... Debéis aborrecerla... y ella...

No, no, Gilberto gritó, llamándome por mi nombre por la primera vez, no digo eso. La culpa no es suya, sino mía... mía y se cubrió la cara con las manos y sollozó fuerte y melancólicamente. ¿Dónde está su marido... o más bien dicho, ese hombre que intentó matarla? le pregunté fieramente pocos minutos después. En algún punto del Norte, según creo. ¿Y cuándo estuvo aquí con usted?

Contuvo la respiración un momento, con su mano puesta instintivamente sobre su pecho, como si hubiera querido tranquilizar los fuertes y violentos latidos de su corazón. ¡Ah! desgraciadamente lo es replicó. Ahora conozco la verdad, la verdad terrible... espantosa. Y, sin añadir una palabra más, se cubrió el rostro con sus manos y estalló en un mar de lágrimas.

Pilar se cubrió la cara con su pañuelo. ¡Mala lengua! decía Gregoria. ¿Quién había de creer esto de usted? exclamaba con dramático acento Esteven. Esto es una vergüenza decía Pablo. Y entonces, dominando el tumulto, se alzó de nuevo la voz de Casilda, para arrojar a la cara de su cuñado esta palabra: ¡Ladrón! Si a Pilar no se le ocurre desmayarse, se pegan.

Entonces sentí una mano fría como el mármol que se encontró con la mía; un sudor yerto me cubrió; sentí el crujir de la ropa de un fantasma bullicioso que ligeramente se movía a mi lado, y una voz semejante a un leve soplo me dijo con acentos que no tienen entre los hombres signos representativos: Abre los ojos, Bachiller; si te inspiro confianza, sígueme.

Marcos Divès recibió a quemarropa dos pistoletazos, uno de los cuales le cubrió de humo la mejilla izquierda y el otro le arrebató el sombrero; pero al mismo tiempo, el contrabandista, encorvándose sobre la silla y alargando el brazo, atravesó al corpulento oficial de los bigotes rubios y le clavó a uno de los cañones.

Palabra del Dia

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