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Actualizado: 25 de mayo de 2025
Aquella vez sí que doña Andrea, sin los miramientos que en el caso de Juan habían más tarde de impedírselo, cubrió de besos la mano de la directora, quien la trató con una hermosa bondad pontificia, y como una mujer inmaculada trata a una culpable, tras de lo cual se volvió muy oronda a su colegio, en su arrogante coche.
¡Avergonzada! ¿y por qué? ¡Porque soy una mujer perdida! dijo la Dorotea , y se cubrió el rostro con las manos. ¿Pero quién ha dicho eso? replicó Montiño acercándose á ella y apartándole suavemente las manos de sobre el rostro. Lo digo yo. Pues decís mal, señora; yo os creo una mujer virgen. ¡Ah, explicadme... explicadme eso!
Su vida es un desencanto eterno, y si las mujeres pudiesen ver lo que pasa en el corazón de un hijo desgraciado, en el momento que llega a saber... a sospechar de su madre... El señor de Lerne se detuvo oprimido por un sollozo. Hizo el movimiento desesperado de un hombre que no puede contener sus impresiones, volvió la cabeza y cubrió sus ojos con sus manos.
Por muy dueño que fuese de sí mismo, Sorege se estremeció al oir aquel nombre. Su cara se cubrió de palidez y, casi en voz baja, replicó: En el juego que él hacía era imposible ganar. Tragomer, entonces, sacudió la cabeza y dijo con voz firme: Sobre todo cuando hay que habérselas con adversarios que señalan las cartas...
Es tan cara dijo el mercader que acaso no quieras o no puedas pagarla; pero si tienes buena voluntad, la tela te saldrá baratísima. Acaba. Di lo que me costará la tela. Pues un beso de tu boca replicó el mercader. Enojada la dama de aquella irrespetuosa osadía, se cubrió el rostro, volvió las espaldas a Abu Hafáz y salió del bazar seguida de su sierva.
Este se levantó, dió tres pasos vacilantes, y luego se dejó caer sobre un sillón, y se cubrió el rostro con las manos. Vamos dijo Quevedo , nos hemos salvado; veamos ahora si podemos salvar á esta infeliz. ¡Muerta! dijo el padre Aliaga roncamente. Y se arrodilló junto al cadáver y oró.
El semblante de Felicia se cubrió de intensa palidez. Sí señora, la conozco. No la había visto más que una sola vez en su vida y apenas había tenido tiempo para grabar sus facciones en la memoria. Pero ahora más que la memoria se lo decía el corazón. Me sorprende y me alegro de que usted me reconozca. No quise que nadie me acompañase desde Entralgo. Cuanta menos gente se entere, mejor.
Entonces vio frente por frente, iluminado por un farol, un rótulo de letras doradas que decía: «La Cruz Roja». Barinaga se cubrió, dio una palmada en la copa del sombrero verde y extendiendo un brazo, mientras se tambaleaba en mitad del arroyo, gritó: ¡Ladrones! Sí, señor dijo en voz más baja , no retiro una sola palabra... ladrones; usted y su madre señor Provisor... ¡ladrones!
Su alma deseó, e hizo. 15 Por lo cual yo me espantaré delante de su rostro; consideraré, y lo temeré. 16 Dios ha enternecido mi corazón, y el Omnipotente me ha espantado. 17 ¿Por qué no fui yo cortado delante de las tinieblas, y cubrió con oscuridad mi rostro? 1 Puesto que no son ocultos los tiempos al Todopoderoso, ¿por qué los que le conocen no ven sus días?
Tambien dirè de aquel duro flagelo, Que Dios al mundo diò por su pecado, El Drake que cubrió con crudo duelo Al un polo y al otro en sumo grado. Trataré de castigos, que del Cielo Parece nuestro Dios nos ha enviado: Temblores, terremotos y señales Que bien pueden juzgarse por finales. En todo hallará bien, si lo quisiere, A su gusto el lector, gusto sabroso.
Palabra del Dia
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