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No hay duda que para mirar con indiferencia correr la sangre se requiere aprendizaje, asintió Simón, después de reirse de la irrespetuosa salida de su recluta. Estos religiosos extranjeros me parecen gente muy santa, observó Roger, pues de lo contrario no se impondrían tan cruel martirio en satisfacción de pecados ajenos.

Al oírla me sonreí y quitándome el casco mostré al pueblo mi roja cabeza, acto que fue acogido con grandes aclamaciones. Cabalgando solo, el paseo era mucho más interesante para , porque podía oír los comentarios del pueblo. Parece más pálido que de costumbre dijo uno. Y parecerías un espectro si llevaras la vida que él hace fue la irrespetuosa respuesta de otro.

Con fingida humildad, Lobato se burló de su amo; haciéndose el tonto, el ignorante, le hizo ver que él, Bonis, era el que no sabía lo que traía entre manos. Los caseros se reían también del amo, con sorna que no podía tachar de irrespetuosa. Se rascaban la cabeza, sonreían y se aferraban a la idea de no pagar mejor que hasta la fecha.

¿Tiene V. prisa, verdad, caballero? responde el dependiente con cierta sonrisilla irrespetuosa. El sabio escribe en silencio sobre la papeleta el nombre de una obra famosa, aunque reciente, y entra en el salón principal de la biblioteca. En cada extremo de él hay un grupo de señores convenientemente separados de los que leen arrimados a las mesas.

Para Tellagorri, los perros si no hablaban era porque no querían, pero él los consideraba con tanta inteligencia como una persona. Este entusiasmo por los canes le había impulsado a pronunciar esta frase irrespetuosa: «Yo le saludo con más respeto a un perro de aguas, que al señor párrocoLa tal frase escandalizó el pueblo.

El Jubilado se encuentra en el último grado del abatimiento y apenas se atreve a murmurar «que viendo a Núñez vivo a su lado no había razón para tanto sustoLas señoras juzgan que Micaela ha estado irrespetuosa con su padre, pero al mismo tiempo no pueden menos de convenir en que aquello ha sido un escopetazo, y manifiestan a la desgraciada esposa una ardiente simpatía. El vino de Fernanda.

No, tía; no soy un monstruo, dijo la joven respirando con esfuerzo, tan violenta era la emoción que la embargaba; no, yo no soy irrespetuosa, ni ingrata; pero tampoco ciega ni estúpida. lo que veo y entiendo lo que oigo.

Es tan cara dijo el mercader que acaso no quieras o no puedas pagarla; pero si tienes buena voluntad, la tela te saldrá baratísima. Acaba. Di lo que me costará la tela. Pues un beso de tu boca replicó el mercader. Enojada la dama de aquella irrespetuosa osadía, se cubrió el rostro, volvió las espaldas a Abu Hafáz y salió del bazar seguida de su sierva.