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Actualizado: 25 de mayo de 2025


7 Profeticé, pues, como me fue mandado; y hubo un estruendo mientras yo profetizaba, y he aquí un temblor; y los huesos se llegaron cada hueso a su hueso. 8 Y miré, y he aquí nervios sobre ellos, y la carne subió, y la piel cubrió por encima de ellos; mas no había en ellos espíritu.

Calló en diciendo esto, y el rostro se le cubrió de un color que mostró bien claro el sentimiento y vergüenza del alma. En las suyas sintieron los que escuchado la habían tanta lástima como admiración de su desgracia; y, aunque luego quisiera el cura consolarla y aconsejarla, tomó primero la mano Cardenio, diciendo: -En fin, señora, que eres la hermosa Dorotea, la hija única del rico Clenardo.

Marineda, la Nautilia de los romanos, se envolvía en una clámide de tinieblas. En breve comenzaron a distinguirse algunas luces que oscilaban sobre la masa oscura de la población, y presto se cubrió toda ella de puntos lucientes como estrellas de oro en un celaje sombrío.

Clementina, entre alegres carcajadas, le abrazó y le cubrió el rostro de besos, exclamando: ¡Chiquillo, eres delicioso! #Un poco de derecho civil.# Era mañana de gran trajín en las oficinas de Salabert. Se hacían unos pagos de consideración. El duque había ido en persona a la caja a presenciarlos y ayudaba al cajero en la tarea de contar los billetes.

Encima se puso un paño de altar traído de la parroquia, que tenía un hermoso encaje. Trajeron luego las ramas de pino, y para colocarlas fue preciso improvisar búcaros con barrilitos de aceitunas y de escabeche, que Juan Antonio cubrió y decoró con pedazos de papeles pintados. Era papelista, y en su arte, con paciencia y engrudo, hacía maravillas.

De pronto y en el momento en que Jenny pronunciaba las últimas palabras y emitía con punzante sentimiento las notas de la cadencia final, sus ojos se quedaron fijos, su cara se cubrió de mortal palidez, su brazo se levantó y trazó en el vacío un ademán de terror, la voz expiró en sus labios, y apoyada en el piano para no caer, la cantante permaneció inmóvil, aterradora en su actitud de trágico espanto.

La sombra melancólica del P. Enrique cruzó por su mente, entristeciéndola. Miró la imagen del Cristo muerto y se le antojó que se parecía al P. Enrique. Era de día claro. Entraba el sol por la ventana, y sin embargo, sintió cierto temblor al mirar el Cristo. Acudió a él precipitadamente y le cubrió con el otro cuadro. Como para apartar de toda imagen tétrica se miró entonces al espejo.

Prestó a la muerta este servicio piadoso y terrible, y después de contemplarla un instante con muda y dolorosa mirada, cubrió con la sábana a guisa de sudario aquel hermoso rostro helado por el soplo de la muerte. Y entonces los tres, arrodillados y llorosos, oraron en la tierra por la que en el mismo instante también oraba por ellos en el Cielo.

Se les cubrió de sarcasmos, lo mismo al sacerdote que a su hija de confesión, y se hicieron correr por la villa mil chuscadas más o menos ingeniosas a propósito de su viaje. Fácil es de adivinar que quien más trabajó en esta propaganda, aunque de un modo solapado, fue el P. Narciso.

51 Estamos avergonzados, porque oímos la afrenta; confusión cubrió nuestros rostros, porque vinieron extranjeros contra los Santuarios de la Casa del SE

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