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Actualizado: 18 de julio de 2025


Todas las gentes me miraban curiosas, como si quisieran reconocerme, para llamarme por mi nombre. Temerosas de un chasco no se atrevían a hablarme, y se daban por satisfechas con verme de pies a cabeza y examinar mi traje de cortesano. Me pareció que unas a otras se preguntaban al verme: ¿Quién es éste? ¿A qué vendrá? ¡Pobre de que había soñado con un recibimiento caluroso!

Sin negar el mérito de Gravina, yo creo hiperbólicas las alabanzas de que fue objeto después del combate y en los días de su muerte . Todo indicaba que Gravina era un cumplido caballero y un valiente marino; pero quizás por demasiado cortesano carecía de aquella resolución que da el constante hábito de la guerra, y también de la superioridad que en carreras tan difíciles como la de la Marina se alcanza sólo en el cultivo asiduo de las ciencias que la constituyen.

¿Y por qué? Porque... la impresión que usted me causa es demasiado placentera. ¿Sabe usted que sin salir de Vegalora es usted ya un cortesano perfecto?

Subieron otro poco más, traspusieron la colina que cerraba por aquella parte el vallecito de Riofrío, y bajaron la cuesta hasta que dieron sobre el río. El camino, que era el mismo por donde meses antes Andrés había venido de Lada, fue llano desde entonces. El joven cortesano preguntó a su compañera dónde estaba Marín. Allá, después de un trecho, dejaremos el camino y tomaremos la cuesta.

La Corte de Carlos IV; 120 grabados, 13 pesetas. Tomo II. El 19 de Marzo y el 2 de Mayo. Bailén; 125 grabados, 14 pesetas. Tomo III. Napoleón en Chamartín. Zaragoza; 125 grabados, 14 pesetas. Tomo IV. Gerona Cádiz; 130 grabados, 14 pesetas. Tomo V. Juan Martín el Empecinado. La batalla de los Arapiles; 14 pesetas. Tomo VI. El equipaje del Rey José. Memorias de un cortesano; 13 pesetas.

Andrés se lo quitó, riendo, con un beso. En seguida bebió lo que restaba. Aquel desayuno campestre les infundió alegría: sin saber por qué, reían al mirarse. El joven cortesano sacó una moneda de plata y la echó en la vasija.

Pocos escritos me han encantado más, como divino ensueño poético, que las últimas áureas páginas del libro de Baltasar Castiglione, titulado El Cortesano.

Entonces el joven cortesano entendió, con deleite, que se trataba de un juego: la coquetería no podía adoptar forma más inocente y sencilla. Y sin vacilar tornó a paso vivo, saltó al prado y comenzó a registrarlo escrupulosamente. Rosa... Rosa... ¿Te escondes de , pícara?... Ya parecerás, a no ser que te hayas metido en un agujero, como los grillos.

El uno de ellos era cirujano, Grandísimo filosofo y latino, Mostraba ser en obras muy cristiano, Que yo traté con él muy de contino. El otro era mancebo cortesano, En mi nave de Santos este vino; Entrambos se quedaron en la costa, Que les hace en comer el Rey la costa.

Al cabo, este hombre celebrado y aplaudido de todos por sus excelentes comedias, a la par que por su deliciosa y amenísima conversación, aludiendo a la cual había escrito Cervantes: «Topé a Luis Vélez, honra y alegría y discreción del trato cortesano, y abracéle en la calle a medio día»,

Palabra del Dia

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