Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 17 de junio de 2025
Había recibido la noticia en Madrid al salir de una corrida de novillos organizada para dar a conocer a cierto «niño» de las Ventas. Una payasada que le había divertido mucho... Y reía, tras una noche de cansancio en el tren, recordando esta corrida grotesca, como si hubiese olvidado el objeto de su viaje.
Hablaría a su marido enérgicamente. ¿A qué continuar toreando? ¿No tenían bastante para vivir?... Debía retirarse, pero inmediatamente; si no, ella iba a perecer. Era preciso que esta corrida fuese la última... Aun esto le parecía demasiado. Llegaba a tiempo a Madrid para que su marido no torease por la tarde. Le decía el corazón que con su presencia iba a evitar una desgracia.
Que aunque mucho me decía, Hallo agora más en vos, Y es grande engaño, por Dios. JARIFA. ¡Qué estremada cortesía! Antes, si él os engañó Con deciros bien de mí, Vengo a estar corrida aquí. NARV. El que lo ha de ser soy yo; Que si tal huésped creyera Que mi pobre casa honrara, De otra suerte la ensanchara Para que mejor cupiera.
Los chicuelos trabajaban en los tendidos de sol, los del público sucio y pobre, que deja como rastro de su paso un estercolero de cortezas de naranja, papeles y puntas de cigarro. ¡Ojo con el tabaco! ordenaba a su tropa . El que se me quede una colilla de puro no ve el domingo la corrida.
Deseaba ser conocido con los nombres de su padre; quería ser Juan Gallardo y que ningún apodo recordase su origen a las grandes personas que indudablemente serían sus amigos en el porvenir. Todo el barrio de la Feria acudió en masa a la corrida con un fervor bullicioso y patriótico.
Examinando atentamente las heridas del descalabrado cuerpo de su adorada, observó que no eran de gravedad, aunque por los agujeros del cráneo se le verían los sesos, si los tuviera, y toda la estopa del corazón se salía á borbotones por diferentes heridas. El traje estaba hecho girones, y parte de la cabellera se había quedado en el camino durante la veloz corrida.
Cuando la corrida era popular, bajaba a la arena la muchedumbre, atacando en masa al toro, hasta que conseguía derribarlo, rematándole a puñaladas. No existían las corridas de toros continuaba el doctor . Aquello eran cacerías de reses bravas... Bien considerado, la gente tenía otras ocupaciones y contaba con otras fiestas propias de la época, no necesitando perfeccionar esta diversión.
Pues bien; preguntándole un día a Mendoza cierto punto que no traía el libro, Miguel, que estaba a su lado, le dijo rápidamente al oído: «Di que no lo trae el textumen.» El infeliz, que estaba atortolado, lo repitió sin fijarse, y..... ¡aquí fue ella! D. Juan, pensando que uno y otro se burlaban de él, les dio a entrambos una corrida de mojicones que por poco les arde el pelo.
Y pasó gran parte de la corrida junto a la barrera, mirando desdeñosamente lo que hacían los compañeros, acusándolos en su pensamiento de haber preparado contra él las muestras de desagrado. Igualmente prorrumpía en maldiciones contra el toro y el pastor que lo crió. ¡Tan bien preparado que venía para hacer grandes cosas, y tropezarse con aquella bestia que no le había permitido lucirse!
Dice también que ya él presintió alguna desgracia viendo las muchas tablas que se traían para el juego de la tramoya, haciéndole acordarse de las barreras de la plaza, y que el público se consolaría al cabo si la representación de una comedia terminaba en corrida de toros.
Palabra del Dia
Otros Mirando