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Actualizado: 17 de junio de 2025


En el día es preciso hablar y correr a un tiempo, y de aquí la necesidad de hablar de corrida, que todos desgraciadamente no poseen. Un libro es, pues, a un periódico, lo que un carromato a una diligencia. El libro lleva las ideas a las extremidades del cuerpo social con la misma lentitud, tan a pequeñas jornadas, como aquél lleva la gente a las provincias.

La corrida que cruzó por la calle de San Bernardino y la plaza de San Marcial arrastró en su rapidez á la mayor parte de las personas acumuladas allí por la curiosidad ó la participación en el motín. En vano algunos de los llamados jefes trataron de impedir aquella desorganización con improvisadas filípicas.

Los ayudantes de la limpieza, agarrados a los hierros, presenciaban la corrida, rebullendo y peleándose como monos en jaula para ocupar la primera fila. El viejo los distribuía hábilmente durante la semana al proceder a la limpieza de la plaza.

La terrible nueva comenzaba a circular por la plaza. ¡Gallardo había muerto!... Unos dudaban de la veracidad de la noticia, otros dábanla por cierta; pero ninguno se movía del asiento. Iban a soltar el tercer toro. Aún estaba la corrida en su primera mitad, y no era cosa de renunciar a ella. Por la puerta del redondel llegaba el rumor de la muchedumbre y el sonido de la música.

Los parroquianos de Flores que se habían precipitado a la puerta para seguir con la vista a aquel personaje, hicieron, al volver a entrar en la tienda, las conjeturas más raras sobre la triplicidad verdaderamente fenomenal del contrabandista gitano, conjeturas que abandonaron sin agotarlas, como hubieran hecho en otra ocasión, para hablar de la corrida de toros que debía celebrarse al día siguiente.

Pero había oído hablar de ellos y sabía que el mérito de una corrida se calcula generalmente por el número de caballos que en ella mueren.

Gallardo, obligado al descanso por el mal tiempo, aguardaba impaciente la segunda corrida, con el propósito de realizar grandes hazañas. Le dolía mucho la herida abierta en su amor propio por las burlas de los enemigos. Si volvía a provincias con la mala fama de un fracaso en Madrid, era hombre perdido.

Estaba pobre, había sido muy desgraciada... , , me han dicho que es muy corrida. Tienes buenas tragaderas afirmó doña Lupe con crueldad. No haga usted caso... los hombres son muy malos. ¿No conviene usted conmigo en que los hombres son muy malos? Y dígame usted ahora. ¿No es acción noble traer al buen camino a una alma buena que se ha descarriado?

Otros querían que se le desjarretase para poder matarle sin peligro. Por desgracia, la gran mayoría gritaba que era lástima, y que un toro tan bravo debía morir con todas las reglas del arte. El presidente no sabía qué partido tomar. Dirigir y mandar una corrida de toros no es tan fácil como parece. Más fácil a veces es presidir un cuerpo legislativo.

Señor duque dijo Stein , quizá voy a pareceros ridículo; pero en realidad me es imposible asistir a este espectáculo. ¿María, quieres que nos vayamos? No respondió María, cuya alma parecía concentrarse en los ojos . ¿Soy yo alguna melindrosa y temes por ventura que me desmaye? Pues entonces dijo Stein , volveré por ti cuando se acabe la corrida. Y se alejó.

Palabra del Dia

rigoleto

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