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Actualizado: 7 de julio de 2025
Currita le contestó: Si quiere quedarse esta noche, no tengo inconveniente... Será una mala noche que pase a su cuenta... Pero lo que es mañana tendrá que marcharse en el correo: Tom no puede ir solo a Madrid con los seis caballos.
Y adiós, que va a salir el correo, y además tengo los pulmones de una rana en el porta-objetos del microscopio, y voy a ver qué casta de respiración gastan las señoras ranas. Acuérdate de rezar un poquito, ¿eh? y bajaremos los humos. La bendición de Dios y de San Ignacio sean contigo, chiquilla.
Los de Santo Angel empero, habiendo quitado por fuerza las cartas al correo en el paso del Iguy, en donde los militares superiores estaban fabricando un fuerte, y pasando despues al pueblo, embistieron armados, y pidieron para deponer al corregidor, ó cabeza del cabildo, el que era autor de dichas cartas.
Apeáronse todos; las damas pidieron un cuarto para arreglarse un poco; los caballeros tiraron cada cual por su lado; Tom Sickles y el prusiano recogieron el mail-coach y los caballos en una cochera próxima, para conducirlos a Madrid en el correo del día siguiente: faltaba para la llegada del tren una hora larga.
He sabido todos estos pormenores por un oficial del Ministerio de la Guerra, que nos pertenece en cuerpo y alma, y no hay duda alguna, jí, de que la execrable orden del Ministro irá, lo más tarde, por el correo de mañana. Es un deplorable incidente dijo Salvador meditabundo ; pero no podemos negar al Gobierno el derecho de defensa.
En la oficina lo han dicho; y si vieras cómo están todos bailando de contento... Oficial conozco que no ha dormido en toda la noche esperando el correo; ¡y si supieras, mujer...! A ti te lo puedo decir, y no importa que lo oiga este chico. Oye, oíd los dos: muchos oficiales se han fugado, sin que en los cuarteles ni en sus casas se sepa dónde están.
Se acercó a mí, me saludó descubriéndose, me dio todas las noticias que conocía, y me dijo que era correo entre Mendoza y Santa Rosa de los Andes. Siempre me han inspirado una simpatía profunda esos hombres valerosos cuyas filas clarea cada rudo invierno de la Cordillera.
Cree que soy toda tuya." Ardía en deseos de añadir: "Te abrazo y te amo," pero no se atrevió. Firmó con letra un poco alterada, porque el corazón le latía y le parecía que arriesgaba su vida en este momento. La señorita Guichard cerró el sobre y dijo: Tú misma darás la carta para que la pongan en el correo al ir á esperar á Bobart. ¿El señor Bobart llega?
El cochero bajó y tanteó la puerta, que estaba sólidamente cerrada. ¡Magdalena! ¡Magdalena! Nadie contestó. ¡Magdalena! ¡Tú, Magdalena! continuó el cochero con irritación cada vez más patente. ¡Magdalena! añadió el correo persuasivamente. ¡Oh, Magdalenita! Pero la tal Magdalena, al parecer insensible, dio la callada por respuesta.
Pero ella le pide algo con deliciosa timidez; él hace un gesto de contrariedad y parece protestar, pero ella insiste amablemente; él se resigna, no sin mal humor, da al cochero una breve orden y se mete a su vez en el coche, que describe una parábola y va a pararse delante del Correo.
Palabra del Dia
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